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La “alabanza” carismática y la adoración bíblica en Espíritu y en verdad

 

Rudolf Ebertshäuser

 

Introducción: El poder atractivo de los “los cánticos de alabanza” carismáticos

 

Hay cada vez más creyentes e iglesias bíblicas que se están abriendo a los modernos
cánticos carismáticos de “alabanza y adoración”, difundidos por diferentes canales.
Estas canciones tienen un poder atractivo fascinante, sobre todo para los creyentes más
jóvenes. Están irrumpiendo más y más en las reuniones de jóvenes, en los coros de las
iglesias, en los cultos y actividades de diferentes iglesias conservadoras y fieles a la
Biblia.

Aparte de esto, ejerce gran influencia el consumo personal de cassettes y discos
compactos obtenidos como regalo o en librerías evangélicas. También se han extendido
mucho entre los creyentes los congresos, conciertos, jornadas juveniles y otros
encuentros donde se cantan estas canciones. Muchos cancioneros que hoy se aprecian y
utilizan en las iglesias contienen gran número de canciones carismáticas.

Las canciones carismáticas son especialmente fascinantes para los creyentes jóvenes.
Sus melodías arrebatadoras comunican alegría, entusiasmo, estímulo y vigor,
aparentemente; y suscitan emociones. Contrastando con ésto, les parecen sosos y sin
atractivo los cánticos espirituales antiguos, que se cantaban hasta entonces en círculos
fieles a la Biblia. Hoy hallamos cada vez más iglesias que han incluido cánticos
carismáticos en sus reuniones y también en los cultos de los domingos. En las reuniones
de jóvenes, la mayor parte de las canciones que se cantan son carismáticas y la
tendencia va hacia “cultos de alabanza”, “veladas de alabanza” o cosas semejantes –
reuniones en las que un “grupo musical de alabanza” toca exclusivamente estas
canciones, según el modelo carismático.

A primera vista parece justificada la intención de esta “nueva alabanza”. Es cierto que es
el cometido de todo creyente y de las iglesias locales alabar y adorar al eterno y único
Dios verdadero, nuestro Padre celestial y a nuestro Señor Jesucristo; cometido
importante y muchas veces descuidado. Es una parte esencial de nuestra vocación como
sacerdocio santo para el Señor.

Es triste tener que decir que en muchas iglesias se ha descuidado y se está descuidando
la sana alabanza de Dios y la adoración de corazón. Porque si el domingo por la
mañana, de las quizá cinco canciones que se cantan, sólo una va dirigida a Dios para
alabarle, mientras que las otras cuatro se dirigen a la congregación, entonces
difícilmente se ha cumplido con la vocación de los creyentes de “ofrecer a Dios siempre
sacrificio de alabanza” (Hebr 13:15). A muchas iglesias les falta el vigor en la
adoración y una profundidad cordial y sincera. Cualquier cosa que obstaculice nuestra
relación con el Señor paraliza esta parte especialmente sensible de la relación espiritual
con Dios. Estos obstáculos pueden ser pereza, desobediencia, adaptación al mundo y
pecado sin arreglar.

Esta ola de “canciones de alabanza y adoración”, ¿acaso puede renovar y vivificar
verdaderamente la adoración bíblica? ¿Podemos eliminar nuestra falta de adoración
sana y espiritual utilizando estas canciones a nivel personal y en la iglesia para
presentarnos ante Dios y alabarle? Estas cuestiones han suscitado serias discusiones
recientemente.

Muchos creyentes, especialmente los jóvenes, están convencidos de que estas canciones
las ha dado Dios para hacer posible una forma de adoración totalmente nueva, sincera y
espontánea, ajustada a su manera de sentir y comprender la vida. Las diferencias y la
polémica respecto a la “alabanza” moderna son para ellos el resultado de una actitud
intolerante y estrecha de miras por parte de los más mayores, que refutan las nuevas
formas de expresión de la adoración, ajustadas a nuestro tiempo moderno y nuestra
cultura. A su modo de ver, se trata sólo de diferentes gustos, sin importar qué clase de
música ofrecemos a Dios. Están convencidos de que Dios es el creador de toda música y
de que Él la aprueba cuando se emplea para el objetivo legítimo. Según ellos, los
creyentes conservadores tienen una opinión de Dios estrecha y torcida que bloquea la
tan necesaria “liberación” y “renovación” de la adoración.

Otros, por el contrario, y sobre todo creyentes fieles más mayores, no pueden cantar
estas canciones y se encuentran en grandes conflictos cuando son introducidas en las
iglesias. Para ellos, estas canciones carismáticas son la expresión de otro espíritu y de
otra clase de cristianismo. Se dan cuenta de que ha cambiado algo más que meramente
un estilo en la adoración. Sienten, a menudo sin poder dar razones claras, que algo no
está bien, que no valen para la adoración de Dios.

El presente libro quiere contribuir a dar una aclaración y orientación espiritual con
respecto a este tema importante y serio. Según la convicción del autor, ésto sólo puede
suceder, si escudriñamos la Biblia buscando descubrir lo que ella dice sobre el tema de
la “alabanza y adoración”. Ellas son la única autoridad terminante y concluyente en
todas las cuestiones de nuestra fe y vida.

El autor ha estudiado estas cuestiones por mucho tiempo y escribe estas líneas como
uno que perteneció al Movimiento Carismático y durante muchos años ha cantado estos
cánticos de “alabanza” con entusiasmo y convicción, habiendo colaborado por algún
tiempo en el “equipo de alabanza” de una iglesia carismática con el fin de guiar a otros
“a la adoración”.

Que el Señor en su misericordia conceda que muchos creyentes sinceros que en estas
cuestiones estén buscando la verdad, reciban respuestas claras por medio de Su Palabra.

A. La adoración bíblica de la iglesia

Antes de ocuparnos de la música carismática de “alabanza y adoración” es importante
ver lo que dice la Biblia sobre la adoración a Dios por medio de la Iglesia, y cómo debe
de llevarse a cabo. La primera pregunta es ésta: ¿Qué significa, según la Biblia, adorar a
Dios? Adoración es, como indica ya la misma palabra, una clase de oración: el creyente
redimido y perdonado habla con su Dios. Contrastando con una petición o la
intercesión, el punto de mira del que está orando es únicamente el eterno Dios.
Adoración significa honrar y glorificar a Dios; es expresar nuestra admiración
respetuosa y nuestra apreciación de todo lo que ÉL es y ha hecho por nosotros. Esto
implica también alabanza, gratitud y elogio.

La adoración, sin embargo, no es algo producible, ninguna “técnica”, ningún ritual, sino
la expresión de una actitud del corazón del creyente, obrada por el Espíritu; es un
rebosar de gratitud y honra frente al Dios de toda gracia y Su Hijo. La base de toda
adoración, según el significado hebreo y griego, es el sometimiento respetuoso,
incondicional y total bajo la majestad, gloria y gracia de Dios, que se expresa en el gesto
corporal de postrarse a sus pies.

La palabra griega que denota “adorar”, proskyneo, significa postrarse a los pies de un
superior, a veces besando el suelo o los pies del otro. También la palabra hebrea para
“adoración” contiene el significado de postrarse delante de alguien. Esto implica tanto
humillación y reverencia como sometimiento y dedicación a aquel a quien se reconoce
como señor de su vida. Así pues, si adoramos a Dios en el sentido bíblico, esto significa
honrarle mediante una actitud sincera de reverencia, sometimiento y dedicación, con
palabras razonables inspiradas por el Espíritu, expresando lo grande y glorioso que Él es
en Su amor, gracia y majestad, y lo glorioso que es lo que Él ha hecho por nosotros.
Todos los creyentes de la Iglesia de Dios, por lo tanto, tienen el privilegio maravilloso
de poder adorar a Dios como Padre, en Espíritu y en verdad, por los méritos de Cristo.
El Señor Jesús nos muestra en Jn 4:23-24 que tal adoración es la voluntad de Dios para
todos los hijos de Dios nacidos de nuevo: “Mas la hora viene, y ahora es, cuando los
verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el
Padre tales adoradores busca que adoren. Dios es Espíritu; y los que le adoran, en
espíritu y en verdad es necesario que adoren.”

La adoración de la iglesia neotestamentaria tiene como fundamento la obra de redención
del Señor Jesucristo; la adoración es mediante Cristo, el sacerdote celestial, y bajo la
dirección del Espíritu Santo. En esta adoración todo es perfecto y agradable a los ojos
de Dios. Puesto que nuestro Señor Jesucristo es el sacerdote perfecto para siempre,
nosotros también, que le pertenecemos a Él, hemos recibido el honor de ser llamados a
servir como sacerdotes: “Al cual allegándoos, piedra viva, reprobada cierto de los
hombres, empero elegida de Dios, preciosa, vosotros también, como piedras vivas, sed
edificados una casa espiritual, y un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios
espirituales, agradables a Dios por Jesucristo” (1 P 2:4-5; comp. 2:9-10).

Los sacrificios espirituales son principalmente la adoración, la alabanza y la gratitud:
“ofrezcamos por medio de él a Dios siempre sacrificio de alabanza, es a saber, fruto de
labios que confiesen a su nombre” (Hebr 13:15). Por medio de esta alabanza de Dios
proclamamos también las virtudes de aquel que nos ha llamado de las tinieblas a su luz
admirable (1 P 2:9).

1. La adoración de la iglesia debe ser en el Espíritu y no en la carne

El Señor nos revela una característica básica de la adoración verdadera, y es que tiene
que ser en el Espíritu. ¿Qué significa esto para la adoración en la iglesia? Adorar en el
Espíritu significa que tenemos que ofrecer nuestra adoración en el poder del Espíritu
Santo y bajo su dirección, para que pueda agradar a Dios. Esa es la única adoración en
la que Dios se deleita, una adoración que sale del verdadero conocimiento de Dios dado
por el Espíritu Santo (comp. 1 Cor 2), que utiliza palabras enseñadas y dadas por el
Espíritu Santo (1 Cor 2:13).

La adoración debe ser ofrecida también de manera espiritual y según los pensamientos
de Dios. Dios es Espíritu, de ahí que sólo el Espíritu de Dios que mora en el creyente
puede producir una forma de adoración adecuada para Él. El poder y la dirección del
Espíritu Santo es lo que santifica el incienso ofrecido por la iglesia, para que pueda
ascender como olor agradable al trono de Dios. Una adoración ofrecida en el poder de la
carne, de la vieja naturaleza humana, en cambio, no sería santificada ni agradable a
Dios. Emociones carnales, pensamientos humanos y otras expresiones de la carne
sobran en la verdadera adoración espiritual de la iglesia, pues mancharían el sacrificio
de la adoración.

Un ejemplo bíblico de semejante “adoración de la carne” lo vemos en el Antiguo
Testamento en el sacrificio de Caín, que trajo delante de Dios los resultados de su
propio esfuerzo, en lugar de un cordero inmolado (Gn 4:3-5). Igualmente, la
“adoración” de Nadab y Abiú, y también la de la compañía de Coré se pueden entender
como adoración nacida de la carne. La razón es que en los sacrificios que Dios ordenó
en el Antiguo Testamento, el incienso siempre se ofrecía junto con un sacrificio cruento,
pero el incienso que ellos ofrecieron fue pertinaz y sin sange, dejando de lado las
ordenanzas espirituales de Dios (Lv 10:1-3; Nm 16). El hombre pecador cree poder
presentarse a sí mismo y sus obras delante de Dios, mientras que el creyente verdadero
reconoce que en su adoración sólo puede presentar a Cristo delante de Dios, en sentido
espiritual.

El hecho de que la verdadera adoración sea en Espíritu significa también que es
esencialmente interior y no consiste en formas exteriores, actos específicos y ritos. La
adoración carnal, hecha humanamente se basa siempre en la forma exterior, en el acto
visible, en aquello que es fácilmente asequible a los sentidos y a lo anímico. A fin de
cuentas, no busca satisfacer a Dios, sino satisfacerse a sí mismo, y para ello necesita un
ambiente acogedor, ceremonias “simbólicas” impresionantes, música conmovedora y
exaltadora que influya al oyente de manera subliminal; necesita imágenes, ropajes y
dirigentes especiales para la ceremonia. Todo esto lo hallamos ejemplarmente
desarrollado en el catolicismo.

La adoración verdadera y espiritual es, por el contrario, una adoración del corazón. No
está sujeta a determinados lugares, actos o ritos, sino que puede llevarse a cabo bajo las
más diversas circunstancias (comp. Hch 16:25), y también como una oración muda
interior del creyente a Dios (“… cantando y alabando al Señor en vuestros corazones”,
Ef 5:19). Por medio del Espíritu de Dios, el creyente entra invisible en el santuario
celestial adorando en la presencia de Dios. Todos los actos exteriores, carnales y
anímicos obstaculizan y distraen de este fin; de ahí que la adoración espiritual sea
esencialmente sencilla, y esté bajo el dominio y la templanza del Espíritu. Cualquier
mezcla con emociones no santificadas, cualquier despliege de la carne estorba y mancha
la verdadera adoración espiritual, y en verdad se opone a ella.

2. La adoración de la iglesia debe ser en verdad

¿Qué significa que los que adoran a Dios deben hacerlo en verdad? El Señor Jesucristo
nos da un indicio importante en el Evangelio de Juan: “Santifícalos en tu verdad: tu
palabra es verdad” (Jn 17:17; comp. Jn 8:31-32; 2 S 7:28; Sal 19:9; Sal 119:142). La
adoración espiritual de la iglesia se basa, por lo tanto, en la Palabra de Dios (en “la
palabra de verdad”, Ef 1:13; Col 1:5), y muy en particular, en la revelación de Cristo en
el Nuevo Testamento. La adoración que agrada a Dios tiene que consistir en
palabras respaldadas por la Palabra de Dios y la sana doctrina bíblica para la
iglesia. Cuando entran en la adoración doctrinas y actitudes que no están de acuerdo con
la Biblia, entonces no puede agradar a Dios, porque no es “en la verdad”.

La adoración en verdad requiere la sinceridad de corazón del que la ofrece, y una
conducta en luz; el pecado sin arreglar, la falsedad o la hipocresía son incompatibles
con la adoración (comp. 1 Jn 1:5-10; 2 Jn; Sal 15:2). “Cercano está Jehová a todos los
que le invocan, a todos los que le invocan de veras” (Sal 145:18). Al mismo tiempo, la
adoración en verdad excluye cualquier presión y obligación formal, cualquier
manipulación e influencia sugestiva ejercida sobre el que adora. La Palabra de Dios nos
dice: “He aquí, tú amas la verdad en lo íntimo” (Sal 51:6), y esto significa que la
verdadera adoración tiene que salir de un corazón puro y sincero. El creyente redimido
adora a Dios sin que influencias exteriores o anímicas (como p.ej. la música psicodélica
o instrucciones de un “líder de adoración”) estorben o busquen encauzar esta adoración
obrada por el Espíritu.

Si queremos adorar a Dios en verdad, entonces tenemos que quitar de nuestro corazón
todo lo que Le entristece y estorbe nuestra comunión con Él. A cambio debemos llenar
nuestros corazones de Cristo y de la palabra de Cristo, que debe habitar en nosotros en
abundancia. Nuestra adoración se enriquecerá y profundizará en la medida en que
conozcamos más a fondo la obra de salvación del Señor, Su amor y perfección, la gloria
de Dios en la faz de Jesucristo. La adoración mana del corazón de un hijo de Dios
cuando contempla al Señor Jesucristo y se da cuenta de lo que el Padre ha hecho por
nosotros a través de Él, y lo que somos nosotros en Él.

De ahí que la adoración espiritual tenga como condición la ocupación constante y
consciente con la Palabra de Dios, y la meditación en la misma dirigida por el Espíritu
Santo. Por la obra del Espíritu reconocemos en esta Palabra a aquel que nos transforma
en adoradores: “Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un
espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma
semejanza, como por el Espíritu del Señor” (2 Cor 3:18).

3. La adoración de la iglesia necesita expresarse espiritualmente de manera adecuada

En el antiguo pacto había el grupo especial de los sacerdotes, vestiduras santas, un
templo exterior con altares e instrumentos y el arca del pacto; el pueblo alababa a Dios
de distintas maneras y en diferentes ocasiones, entre otras, en el marco de grandes
fiestas, dando palmas y con danzas, comiendo, bebiendo y con una alegría de vivir
exterior. En el nuevo pacto, por el contrario, todos los creyentes forman un templo
invisible, un sacerdocio espiritual sin vestiduras, ritos o “liturgias”. El culto contiene
sacrificios espirituales y es un servicio en el Espíritu de Dios: “Porque nosotros somos
la circuncisión, los que servimos [latreuo = ejercer el culto] en espíritu a Dios, y nos
gloriamos en Cristo Jesús, no teniendo confianza en la carne…” (Fil 3:3).

Por eso no es casualidad que en las descripciones de los cultos de las iglesias
apostólicas no hallemos ningún indicio acerca de “orquestas de alabanza”, palmas o
danzas, teatro, pantomima o “reuniones festivas” – cosas que ya existían en aquel
entonces en la cultura griega y que podían haberse instituido si Dios lo hubiese querido.
Pero el culto de la iglesia, sus oraciones y sus cantos se llevan a cabo esencialmente en
el corazón, en el espíritu de los redimidos (comp. 1 Cor 14:15: “Oraré con el espíritu”).
Su gozo es un “gozo por el Espíritu Santo” (Ro 14:17; comp. 1 Ts 1:6), que no necesita
de expresiones exteriores (comp. Lc 17:20) que estimulen intencionadamente las
emociones e inciten la carne.

El acompañamiento sofisticado de las canciones, el ambiente creado mediante palmas y repeticiones frecuentes de los cánticos, entre otras cosas, o la autoexhibición del cuerpo por medio de bailes, u otras cosas semejantes, lo
que hacen es estorbar el verdadero culto espiritual de la iglesia, obrado por el Espíritu, y
falsificarle llevándolo a lo carnal y no a la pureza y honestidad. De la misma manera
son un obstáculo cualquier liturgia o rito humano, pues destruyen la verdadera
adoración que obra el Espíritu.

4. La adoración de la iglesia requiere santificación y un temor de Dios en el corazón

Es un privilegio maravilloso, poder presentar al Dios santo los sacrificios de la alabanza
y adoración, y es también un servicio santo al cual somos llamados como sacerdocio
real – pero también es un servicio que requiere limpieza de corazón y una conducta
santificada, para que pueda agradar a Dios. ¡Cuánto pecamos en esto por culpa de
nuestra indiferencia, falta de sinceridad e hipocresía! ¿Hemos medido bien las palabras
que dirigimos a Dios? ¿Estamos completamente convencidos y seguros de lo que
acabamos de cantar en un himno, o hemos cantado sobre arrepentimiento y entrega “así
por así”, sin decirlo en serio? Si nos presentamos delante del Dios santo para adorarle,
entonces ¡Dios mira nuestro corazón, y no lo que está delante de los ojos! (Comp. 1
Sam 16:7; Sal 51:10 y 17).

Si queremos comprender más a fondo cómo Dios quiere que sea este servicio
sacerdotal, entonces tenemos que estudiar el ejemplo del Antiguo Testamento: el
ministerio de los sacerdotes de la línea de Aarón, tal y como queda descrito en el libro
de Levítico. Las ropas de los sacerdotes (el lino puro), los lavamientos prescritos antes
de entrar en el santuario, la prohibición tajante de cualquier impureza del sacerdote, la
ordenanza de los sacrificios, que tienen como base siempre la sangre – todo esto nos
habla a nosotros y quiere mostrarnos en qué actitud debe acercarse nuestro coarazón a
Dios en el servicio sacerdotal de la adoración.

Entre las ofrendas del Antiguo Testamento, la ofrenda del incienso es de manera
especial una figura de la oración y adoración de la iglesia. Así leemos en Apoc 5:8
“teniendo cada uno… copas de oro llenas de perfumes, que son las oraciones de los
santos”, (comp. también Apoc 8:3). El Salmo 141 dice en el v.2 “Sea enderezada mi
oración delante de ti como incienso”. Si observamos lo que Dios dice a Moisés sobre la
preparación del incienso para el culto diario, entonces nos damos cuenta de cómo Dios
quiere que sea la verdadera adoración:

Dijo además Jehová a Moisés: Toma especias aromáticas, estacte y uña
aromática y gálbano aromático e incienso puro; de todo en igual peso, y harás
de ello el incienso, un perfume según el arte del perfumador, bien mezclado,
puro y santo. Y molerás parte de él en polvo fino, y lo pondrás delante del
testimonio en el tabernáculo de reunión, donde yo me mostraré a ti. Os será
cosa santísima. Como este incienso que harás, no os haréis otro según su
composición; te será cosa sagrada para Jehová. Cualquiera que hiciere otro
como este para olerlo, será cortado de entre su pueblo
(Éx 30:34-38).

La ofrenda de la adoración y de la alabanza es algo santo para el Señor; lo presentamos únicamente por amor a él, y no por o para nosotros. Nuestra ofrenda de la adoración tiene que ser pura y santa, porque Él es puro y santo. Ya hemos visto que nuestra adoración es agradable delante de Dios sólamente por Cristo. La base es esta: Nuestra posición como hijos de Dios en Cristo hace que nuestra adoración sea agradable delante de Dios.

Por eso, la adoración neotestamentaria no puede presentar a Dios nada que
salga de los creyentes mismos. Si queremos ofrecer a Dios una ofrenda válida y
perfecta, sólo podemos ofrecerle a Cristo mismo, la alabanza de nuestros corazones por lo que el Padre ha hecho por nosotros en el Hijo, el sacrificio expiatorio perfecto de Jesucristo, Su gloriosa persona y Su perfección, que son lo único que puede satisfacer el corazón del Padre.

En Nadab y Abiú tenemos un ejemplo serio de la adoración falsa (Lv 10:1-11). Ellos
ofrecieron incienso por su propia cuenta, que no estaba prescrito en la Palabra de Dios.
Como ya dijimos más arriba, su “adoración” pecaminosa no se basaba en el sacrificio
sangriento que normalmente estaba ligado a la ofrenda bíblica del incienso. Este
sacrificio sangriento señalaba al sacrificio expiatorio de Jesucristo. Su “adoración”
equivocada fue “espontánea” y “auténtica”, o sea que seguramente fue ofrecida con
seriedad y celo – pero fue una abominación para el Dios santo, por lo cual hizo caer
fuego del cielo que consumió a los dos hijos de Aarón.

Las Escrituras nos dicen que la ofrenda de Nadab y Abiú fue pecaminosa, porque
trajeron delante del Señor “fuego extraño, que él nunca les mandó”. Esto nos recuerda
los mandamientos sobre el incienso en Éx 30:7-10 donde leemos: “No ofreceréis sobre
él (sobre el altar para quemar incienso) incienso extraño”. Nadab y Abiú o bien habían
ofrecido a Dios incienso propio extraño, o bien no habían tomado el fuego del altar de
bronce (comp. Lv 16:12), pues así era necesario hacerlo. Quizás habían cometido ambos
errores. Lo cierto es que el Señor deja claro y advierte por medio de su ejemplo que
cualquier adoración arbitraria y antibíblica ofende al Dios santo y no le agrada en
absoluto.

De ahí que sea primordial nuestra actitud interior y la disposición de nuestro corazón
cuando nos acercamos a Dios para adorarle. Nuestra posición en Cristo debería
expresarse en una actitud de reverencia y consagración total a Dios. Esta actitud del
corazón en la verdadera adoración se ve expresada también en la palabra griega que
denota adoración, pues, como ya vimos, significa “postrarse delante de alguien en
veneración y sometimiento, rendir homenaje, adorar.” Esta actitud sincera de la
verdadera adoración la reconocemos en las maravillosas figuras del Apocalipsis donde
los redimidos al igual que los ángeles se postran una y otra vez delante de Dios y
delante del Cordero en adoración y reverencia:

“Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la bendición, y la honra, y la
gloria, y el poder, para siempre jamás.” (Apoc 5:31)

“Y todos los ángeles estaban alrededor del trono, y de los ancianos y los cuatro
animales; y postráronse sobre sus rostros delante del trono, y adoraron a Dios,
diciendo: Amén: La bendición y la gloria y la sabiduría, y la acción de gracias
y la honra y la potencia y la fortaleza, sean a nuestro Dios para siempre jamás.
Amén.” (Apoc 7:11-12)

La adoración verdadera, por lo tanto, no tiene que ver solamente con las palabras que
hablamos, sino que en el fondo es una actitud de nuestro corazón ante Dios y hacia Dios
– una actitud de temor de Dios, de humildad, de sometimiento bajo la voluntad y las
ordenanzas de Dios, de consagración y pureza, de amor y reverencia. ¡Cuántas veces no
coincide nuestra actitud interior con las palabras de adoración! ¿No nos deberían tocar
las palabras de Mt 15:8: “Este pueblo de su boca se acerca a mí y de labios me honra,
pero su corazón lejos está de mí”?

El requisito para la verdadera adoración bíblica es el temor de Dios genuino en el
corazón del que tributa la adoración, de otra manera no es una adoración en la verdad.
No en vano dice Proverbios 1:7: “El principio de la sabiduría es el temor de Jehová”. Y
aquí precisamente se manifiesta nuestra carencia en estos últimos tiempos de apostasía
de la fe. Este temor de Dios obrado por el Espíritu se halla cada vez menos; a menudo
queda sólo una apariencia exterior del temor de Dios y de la reverencia de Dios (2 Tim
3:5), y esta es la razón por la que hoy puede extenderse alarmantemente esa
superficialidad y falsificación de la adoración bíblica.

B. Criterios bíblicos para evaluar la música espiritual

Lo que ahora nos interesa saber es esto: ¿Cómo debe ser la música que agrade a Dios en
la alabanza y adoración espiritual? ¿Cómo es la música que no puede agradar a Dios?
¿Podemos hallar criterios o pautas en la Biblia? Siento que en el marco de este breve
trabajo no podemos tratar más extensamente esta cuestión tan importante. La Biblia, la
Palabra de Dios revelada para nosotros, tiene que ser la norma para todo cristiano fiel y
regir nuestra forma de pensar y actuar. Ella debe darnos los criterios espirituales para
evaluar los cánticos espirituales de la iglesia. Tenemos que considerar todo lo que la
Escritura nos dice sobre el tema, pero teniendo en cuenta las diferencias doctrinales que
la Palabra de Dios hace entre Israel bajo el pacto de la ley, y la iglesia en la época de la
gracia.

1. La música en el temor de Dios y la música contraria a Dios en el Antiguo Testamento

Cuando consideramos lo que el Antiguo Testamento dice acerca de la música,
descubrimos dos líneas contrarias. Ya muy al principio del AT queda claro que la
música y el don musical es, sin duda, un don de Dios para el hombre, al igual que el
intelecto, la capacidad de expresarse mediante la lengua o la expresión artística. No
obstante, después de la caída en el pecado, el hombre caído se apropió la música en su
vida rebelde y contraria a Dios. Esta es la conclusión que se saca leyendo la Biblia
detenidamente, puesto que la primera mención de la música se halla en el marco de la
línea de Caín, que era enemiga de Dios: Jubal, el cual fue padre de todos los que tocan
arpa y flauta (Gn 4:21).

El AT deja claro que la música en el paganismo servía de diversión desligada de Dios;
así la encontramos en Tiro: Y haré cesar el estrépito de tus canciones, y no se oirá más
el son de tus vihuelas (Ez 26:13). Más aún, servía, como hoy, para incitar los deseos
sensuales pecaminosos y la fornicación; así lo encontramos en la ramera olvidada y sus
canciones (Is 23:16). En ambos casos, la música esta bajo el juicio de Dios sobre los
pecados a los que sirve. Esto lo muestra el contexto de las citas mencionadas. Pasa lo
mismo con la música ligera actual en el mundo.

Más grave todavía es el hecho de que la música pagana estaba dedicada
conscientemente a la idolatría. Se la utilizaba para introducir a las personas a la
adoración de los dioses falsos, que no es otra cosa sino una adoración consagrada al
diablo. Las fuentes históricas prueban que el propósito de la música era causar éxtasis y
delirio religioso, que culminaba incluso en la posesión demoníaca de los que servían a
los ídolos. En parte, esto se llevaba a cabo con gran despliege musical, tal y como lo
hallamos en la escena impresionante delante de la estatua de oro de Nabucodonosor,
donde se utilizó una gran orquesta pagana de “alabanza y adoración”: “Oyendo el son de
la bocina, del pífano, del tamboril, del arpa, del salterio, de la zampoña, y de todo
instrumento músico, os postraréis y adoraréis la estatua de oro que el rey
Nabucodonosor ha levantado” (Dan 3:5).

Frente a esta música corrompida por el pecado y bajo el mando del príncipe de este
mundo existe en el AT una música diferente, espiritual y agradable a Dios: música y
canciones al servicio y para la gloria de Dios. Por primera vez la hallamos en el
cántico del pueblo de Dios rescatado, cuando el Señor los había salvado a través del
Mar Rojo (Éx 15). Un cántico de alabanza similar, loando la proezas de Dios, le
hallamos en Núm 21:17-18, y en el cántico de Débora y Barac en Jueces 5.

Con la introducción de la música de los levitas en el templo, implantada por David,
comenzó un nuevo capítulo en la historia de la música antiguotestamentaria para el
Señor. Comenzó con el acompañamiento musical del arca del pacto, cuando los levitas
lo llevaron solemnemente a la ciudad de David (1 Cr 15). Luego la música pasó al
ministerio prescrito y ordenado de determinadas familias levíticas que debían presentar
a Dios continuamente alabanzas mediante cánticos con acompañamiento musical. Esto
fue primero en el santuario de Jerusalén, y a partir de Salomón, en el templo, (comp. 1
Cr 16; 1 Cr 23:25-32; 1 Cr 25; 2 Cr 7:6). Especialmente los Salmos hacen referencia a
esta alabanza de Dios en el AT.

Estos pasajes nos muestran que a Dios le agrada que su pueblo le alabe y honre con
canciones. Especialmente en los Salmos hallamos muchos elementos de la alabanza de
Dios espiritual y de la adoración bíblica. Sin embargo, tenemos que tener en cuenta desde
el punto de vista neotestamentario, que la iglesia adora a Dios de una manera espiritual
que el AT no conocía, basándose en una revelación superior y estando en Cristo.

En el antiguo pacto la alabanza de Dios se expresaba a veces también exteriormente con
el cuerpo, cosa que agrada a los sentidos. Diferentes instrumentos, palmas y a veces la
danza eran expresión de la alegría (comp. Éx 15:20 – María y las mujeres que salieron
en pos de ella con panderos y danzas). Desde el punto de vista del dispensacionalismo,
esto representaba la posición y misión terrenal de Israel, y el carácter del pacto de la ley
que agradaba a la carne, al hombre natural. Los israelitas, como sabemos, estaban “en la
carne” y no, como los creyentes neotestamentarios “en el espíritu”.

Pero hay que recalcar que el ministerio musical de los levitas en el santuario tenía un orden establecido y
se llevaba a cabo honradamente, sin danzas ni palmas, y con medios cuidadosamente
escogidos. De entre los muchos instrumentos musicales que había en aquel entonces,
sólo 3 estaban destinados para los levitas (salterios, arpas y címbalos, 1 Cr 15:16).
Las diferencias en cuanto a la posición del pueblo de Dios del AT y de la iglesia
neotestamentaria repercuten substancialmente en la clase de adoración presentada, de
modo que no podemos copiar simplemente la alabanza de Israel en todos sus puntos.
Cuando el Señor Jesucristo anunció que los verdaderos adoradores adorarían al Padre en
Espíritu y en verdad (Jn 4:23), esto significó tanto el apartarse de la falsa idolatría de los
samaritanos como del culto predominantemente exterior de Israel, en vigor hasta
entonces.

Las leyes para la santificación también eran a menudo exteriores, por ejemplo las
ordenanzas sobre la alimentación o la purificación. Las verdades espirituales contenidas
en estas leyes se transmitían mediante actos exteriores que el hombre natural podía
asimilar bien. De ahí que el santuario y el culto de Israel fueran en cierto sentido
exteriores y “terrenales”. En este culto todo era visible y de este mundo, sirviendo
simbólicamente de indicador para realidades espirituales invisibles, que no estaban aún
reveladas: los sacrificios de animales, el altar, el incienso, el candelabro etc. No en vano
leemos en Hebreos 9:1 que el santuario es denominado mundano.

La ley comprendía también elementos o principios del mundo (comp. Gál 4:3; Col 2:20-
23) que son peligrosos y dañinos para la iglesia, porque a la iglesia le ha sido revelada
en Cristo la verdad espiritual (Gál 4:1-11; Col 2:8 y 16-23). La epístola a los Hebreos
muestra ampliamente que estas ordenanzas exteriores y estos elementos del culto han
quedado abolidos en Cristo. La iglesia ahora tiene acceso espiritual al santuario
celestial, donde hallamos en Cristo la sustancia de las cosas y no ya meramente su
sombra exterior (comp. entre otras Hebr 8:1-5; 9:1-28; 10:1-4 y 19-25).

Los creyentes neotestamentarios debemos tener muy en cuenta que el ejemplo
verdadero a seguir del Antiguo Testamento no es el del pueblo de Israel que en
ocasiones danzaba, ni tampoco los levitas cantando y tocando sus instrumentos en el
patio del santuario. El verdadero modelo para la adoración espiritual de la iglesia es el
ministerio de los sacerdotes ofreciendo sacrificios dentro del mismo santuario, y de
manera especial la ofrenda del incienso (comp. Apoc 8:3-4; Sal 141:2).

Y ese servicio se llevaba a cabo en suma disciplina y silencio, sin acompañamiento musical ni danza,
sin estímulos exteriores para la carne y los sentidos, según las normas de la Palabra.
Por eso se distingue la adoración espiritual de la Iglesia, de la alabanza de Israel tras su
liberación y de la alabanza de los pueblos paganos redimidos en el Milenio que
hallamos en muchos Salmos. Al reino de paz terrenal con su santuario terrenal le
corresponde una alabanza con gestos exteriores tales como palmas, acompañamiento
musical y danza (comp. entre otros Sal 47:1; Salmos 148-150). Es semejante a Israel
bajo la ley.

2. La música espiritual en el Nuevo Testamento y la advertencia contra la música de Babilonia

El Nuevo Testamento no dice mucho acerca de la música. Hay dos pasajes básicos
importantes sobre los cánticos espirituales y la alabanza en la iglesia:
“Y no os embriaguéis de vino, en lo cual hay disolución; mas sed llenos de
Espíritu; hablando entre vosotros con salmos, y con himnos, y canciones
espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones; dando
gracias siempre de todo al Dios y Padre en el nombre de nuestro Señor
Jesucristo” (Ef 5:18-20).

“La palabra de Cristo habite en vosotros en abundancia en toda sabiduría,
enseñándoos y exhortándoos los unos a los otros con salmos e himnos y
canciones espirituales, con gracia cantando en vuestros corazones al Señor. Y
todo lo que hacéis, sea de palabra, o de hecho, hacedlo todo en el nombre del
Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por él” (Col 3:16-17).

En ambos casos se enfatiza que el cántico de alabanza para el Señor, en primer lugar,
tiene que ser una cosa interior, algo espiritual. Es algo que ocurre en nuestro corazón. Ni
se mencionan instrumentos musicales, ni hallamos danzas y palmas u otras formas de
expresión de la alabanza a Dios exterior, tal y como era corriente en el Israel del
Antiguo Testamento. El cantar salmos tampoco solía llevarse a cabo con acompañamiento
musical. Esto lo podemos deducir del consejo que Santiago da a los creyentes
individuales: “¿Está alguno alegre? cante salmos” (Stg 5:13). En estos casos al menos,
esto ocurría sin orquesta, y en la mayoría de los casos sin acompañamiento musical.
Cuando la iglesia alaba a Dios, lo que hace es acercarse a Él en el Espíritu, entrando en
el santuario celestial. A este carácter celestial y espiritual de la adoración del Nuevo
Testamento corresponde el renunciar a todo rito exterior, formas y añadiduras que
sirven a la carne e incitan al alma de manera carnal. Lo único que esto podría hacer es
distraer a los creyentes, impidiéndoles adorar en Espíritu y en verdad, lo cual es su
privilegio y cometido (comp. Jn 4:22-24).

De ahí que todo canto en la iglesia deba ser afable y con gracia (gr. “en chariti” =
gracia / donaire / dulzura – Col 3:16); es decir, las formas de expresión para la adoración
a Dios se deben escoger de tal forma que correspondan al objetivo superior de estos
himnos y para que sean agradables al Señor. Todo lo que sea disonante, desenfrenado, y
fomente lo carnal-anímico, todo lo que sea incompatible con la santidad de Dios, no
debe ocupar un lugar en la adoración espiritual y en el canto de la iglesia. No es que los
creyentes no puedan emocionarse; por medio de la obra del Espíritu, también pueden
emocionarse de manera espiritual (“engrandece mi alma al Señor;” Lc 1:46).

Es interesante que en los pasajes del Nuevo Testamento donde se habla de la música,
aparece también la música que está al servicio de Satanás. Nos es presentada bajo dos
aspectos diferentes: En el relato de la caída de la gran Ramera, Babilonia, vemos que
hasta el final, la música pagana desempeña un papel importante en la seducción de los
hombres. Al lado de otros métodos, la gran Ramera utiliza la música para darles de
beber el “vino del furor de su fornicación” (Ap 18:3): “Y voz de arpistas, de músicos, de
flautistas y de trompeteros no se oirá más en ti; y ningún artífice de oficio alguno se
hallará más en ti… pues por tus hechicerías fueron engañadas todas las naciones” (Ap
18:22-23).

También es significante para la Iglesia la segunda mención de la música que es
contraria a Dios: La hallamos en la advertencia del apóstol Pablo a los Corintios, a fin
de que se alejaran de toda participación en la idolatría pagana: “Ni seáis idólatras, como
algunos de ellos, según está escrito: Se sentó el pueblo a comer y a beber, y se levantó
a jugar” [o tocar/ cantar/ bailar] (1 Cor 10:7). Más adelante hablaremos todavía de esta
advertencia contra la música en la idolatría pagana.

El Nuevo Testamento finalmente nos permite contemplar el canto de alabanza de los
redimidos del Cordero en la gloria celestial: En Ap 5:8-9 hallamos la nueva canción de
los 24 ancianos ante el Cordero (con acompañamiento de arpa); en Ap 14:2-3 hallamos
la nueva canción de los arpistas y de los 144.000 delante del Cordero; en Ap 15:2-4
tenemos el cántico de Moisés cantado por los que vencieron a la bestia (con
acompañamiento de arpas). Hacemos bien en reflexionar a menudo sobre estas escenas
de adoración celestial inspiradas por Dios, para comprender más profundamente el
carácter de la verdadera adoración y para poder reconocer mejor su falsificación.
Aquí hallamos reverencia y sometimiento, humildad y la abstención de toda
autorrealización.

Hallamos armonía celestial y el deseo de honrar y glorificar en el
espíritu al Dios eterno y al Cordero. Si comparamos esta adoración celestial, a la que
todos somos llamados una vez, con el ruido de guitarras eléctricas, batería, y órganos
electrónicos, en combinación con baile y embriaguez extática, cosas que hoy en día se
ponderan como “alabanza y adoración”, entonces el contraste debería abrirnos los ojos,
debería avergonzarnos y asustarnos: ¡Cuánto nos hemos alejado ya de la verdad de
Dios!

3. No existe la música “neutral”

Según el testimonio de la Biblia hay música al servicio de Dios, para la gloria de Dios,
marcada y determinada por el Espíritu de Dios, y hay música al servicio de Satanás y
del hombre caído, marcada y determinada por el espíritu de este mundo. Por eso
tenemos que distinguir muy bien, qué clase de música permitimos en la Iglesia de
Dios. En el antiguo pacto también hubiese sido impensable utilizar para la veneración
del SEÑOR, la música de los pueblos paganos, dedicada a la idolatría y al desenfreno
sensual.

La Biblia nos enseña que todo lo que sale de los hombres pecadores separados de Dios
pertenece a este mundo. Puesto que este mundo está en tinieblas espiritualmente, y no
en luz, y bajo el dominio y la influencia del príncipe de este mundo, todas las
expresiones culturales de los hombres pecadores, por consiguiente, están también
influenciadas, en mayor o en menor grado, por el pecado y las tinieblas espirituales del
corazón de los que las producen, ya sean cuadros y novelas, obras de teatro y películas
cinematográficas, y, naturalmente, también la música (comp. entre otros Mt 12:34-35;
15:18-20; Jn 8:34-47; Ro 3:9-18; 8:5-8; 1 Cor 2:6-16; Ef 2:1-3; 4:17-19; 1 Jn 2:15-17;
4:5).

Es verdad que la capacidad del hombre de hacer y escuchar música es un don de Dios, y
los elementos musicales básicos, en cierto sentido, sí que se pueden calificar de
“neutrales”, pero la música que el hombre produce utilizando estos elementos, tanto la
melodía como la realización musical, ya no es neutral, pues es expresión de su ser y
pensamiento. Es muy corriente la suposición de que toda clase de música es un don de
Dios y que cada estilo musical puede valer para las canciones espirituales de los hijos de
Dios. Pero por lo que hemos visto, esto no tiene fundamento bíblico y abre una puerta
peligrosa por la que puede entrar la influencia del mundo en la Iglesia de Dios.

4. Para fines espirituales sólo sirve la música adecuada para estos fines.

El Nuevo Testamento nos invita utilizar canciones, o sea, música para la adoración a
Dios y la edificación de los creyentes. Pero el énfasis está en que deben ser canciones
espirituales (comp. Ef 5:19; Col 3:16). Con respecto al texto, el criterio para evaluar lo
que es espiritual y bueno para Dios y los creyentes, debe ser el contenido espiritual
fundado en la Biblia. La melodía y la realización musical de los cánticos espirituales
deberían apoyar al texto, conformándose a él, y contribuir a la edificación espiritual de
los creyentes.

La música espiritual debe estar en consonancia con la naturaleza de Dios y la obra de Su
Espíritu. A éstas pertenecen armonía, paz, afabilidad, pureza y claridad, dignidad y
decencia (comp. entre otros Fil 4:9; 1 Cor 14:33; Col 1:10; 1 Ts 2:12). Las canciones
espirituales deben producir efectos espirituales edificantes en el oyente, tanto en lo
que se refiere al texto como a la interpretación musical. El texto, que es lo principal de
la música espiritual apropiada, debe ser subrayado discretamente y no cubierto con
bullicio. Que no estorbe la obra del verdadero Espíritu Santo. El texto no debe discrepar
de la Palabra de Dios. Las canciones espirituales deben fomentar en los oyentes las
buenas cualidades espirituales mencionadas en la Biblia; no deben ser
contraproducentes para este fin:

** Humildad y la negación de sí mismo en lugar de un “yo” hinchado (1 P 5:5-6; Gál
2:20; Ro 12:3)
** La disposición a someterse, en lugar de rebeldía y el hecho de imponerse (Ef 5:21)
** Paz y unanimidad en lugar de contiendas y divisiones (Gál 5:22; Ro 14:19; Fil 2:2)
** Disciplina y templanza en lugar de éxtasis y excitación del “yo” (2 Tim 1:7; Tit 2:11-
12)
** Discernimiento, sobriedad y vigilancia en lugar de trance y despertar toda clase de
sentimientos (1 P 5:8; Tit 2: 2 y 6; 2 Tim 2:26; 1 Ts 5:6)
** Apartarse del mundo y negación de los deseos mundanos (1 Jn 2:15-17; Stg 1:27;
Gál 6:14; Tit 2:12; Ro 12:1-2)
** Quietud delante de Dios (Hab 2:20; Zac 2:13; 1 P 3:4)
** Simplicidad y sencillez (2 Cor 1:12; 2 Cor 2:17; 2 Cor 11:3)

Las canciones espirituales no deben satisfacer la carne de los creyentes con sus
melodías, ni tampoco excitarla (“no proveáis para los deseos de la carne”, Ro 13:14).
De manera muy especial tenemos que tener cuidado de que no despierten deseos
sensuales o sexuales, fomentando la fornicación, como ocurre con la música pop y rock
(1 Ts 4:3; 1 Cor 6:18; Col 3:5). Tampoco deben incitar a la rebelión y autorealización, a
satisfacer las propias apetencias (1 Tim 1:9; 2 Tim 3:2; 2:22; 1 P 2:11). No deben
restringir los sentidos (“sobriedad”) y el autocontrol (1 P 5:8; 1 Ts 5:6; Tit 1:8). No
deben embriagar emocionalmente al oyente (Ef 5:18) o influenciarle inconscientemente,
ni tampoco distraer del contenido espiritual de las canciones.

5. La música corrompida de la idolatría no se debe mezclar con la alabanza de Dios

Ya hemos visto que la Biblia nos presenta dos líneas opuestas e incompatibles en el
tema de la música: por un lado la música profana, impura y corrompida de los cultos
idolátricos de los paganos, y por el otro lado la música santa, pura y afable de los santos,
que está al servicio del Señor. Pero también hallamos en la Biblia el ejemplo de una
mezcolanza impía de estas dos líneas, que nos debe servir de seria advertencia. Se trata
de un abuso de la música en el pueblo de Dios para fines de una religiosidad falsa. Este
ejemplo es una clave para la comprensión de la situación actual en la iglesia de los
últimos tiempos.

Con el ejemplo de Israel, Dios nos muestra que el pueblo de Dios puede extraviarse
hasta el punto de querer “celebrar” y “honrar” al Dios santo con las abominaciones
sucias de la idolatría pagana. Esta mixtura de la adoración musical a los ídolos con el
servicio del Señor se manifiesta cuando Israel adora el becerro de oro, danzando y
cantando según el ejemplo de los pueblos paganos (Éx 32:18-19). Cuando el pueblo se
cansó de esperar a Moisés, pidió de Aarón que les hiciera un dios según el modelo de
los ídolos paganos – una imagen de oro, que pudieran ver y tocar, contrastando con el
Dios invisible verdadero, a quien sólo podían experimentar por la fe. Entonces hicieron
una fiesta idolátrica pagana que celebraron “para el Señor”:

“Y viendo esto Aarón, edificó un altar delante del becerro; y pregonó Aarón, y
dijo: Mañana será fiesta a Jehová. Y el día siguiente madrugaron, y ofrecieron
holocaustos, y presentaron pacíficos: y sentóse el pueblo a comer y a beber, y
levantáronse a regocijarse. Entonces Jehová dijo a Moisés: Anda, desciende,
porque tu pueblo que sacaste de tierra de Egipto se ha corrompido: Presto se
han apartado del camino que yo les mandé, y se han hecho un becerro de
fundición, y lo han adorado, y han sacrificado a él, y han dicho: Israel, estos
son tus dioses, que te sacaron de la tierra de Egipto (…).
Cuando oyó Josué el clamor del pueblo que gritaba, dijo a Moisés: Alarido de
pelea hay en el campamento. Y él respondió: No es voz de alaridos de fuertes, ni
voz de alaridos de débiles; voz de cantar oigo yo.”

(Éx 32:5-8, 17-18).

Aquí se ve el servicio del Señor mezclado con la idolatría pagana, que es una
abominación para Dios. Israel se reúne para celebrar una fiesta al Señor, según ellos (Éx
32:5). Pero lo hacen según el ejemplo de los paganos; levantan un ídolo de oro y lo
adoran paganamente mediante canciones y danzas, como lo habían aprendido en Egípto.
Una y otra vez nos encontramos con esta mezcolanza entre lo bíblico y lo pagano en la
cristiandad nominal, y especialmente en la cristiandad de los últimos tiempos que cada
vez con más claridad está tomando los rasgos de la Gran Ramera, Babilonia.

Esta mezcla es totalmente contraria a Dios. La vemos en los ritos blasfemos y anticristianos
de la iglesia católica y en los “cultos modernos” de la iglesia evangélica oficial apóstata.
A esta adoración falsa pertenecen también los ritos de “alabanza y adoración”
carismáticos. Por algo los acogen tan positivamente la iglesia católica y las iglesias
evangélicas apóstatas, incorporándolas en sus falsos “cultos”.

No debemos dejarnos cegar por las apariencias impresionantes de las masas que con
entusiasmo aclaman un “Jesús”. Ni siquiera en el antiguo pacto Dios buscaba el rito
festivo exaltante y ruidoso que impresionaba los sentidos, sino la adoración sencilla del
corazón. Al pueblo de Israel, que se había enredado en la idolatría y no obstante quería
celebrar al Señor en fiestas, Dios les dice lo siguiente por medio del profeta Amós:
“Aborrecí, abominé vuestras solemnidades, y no me darán buen olor vuestras
asambleas. Y si me ofreciereis holocaustos y vuestros presentes, no los recibiré; ni
miraré a los pacíficos de vuestros engordados. Quita de mí la multitud de tus cantares,
que no escucharé las salmodias de tus instrumentos” (Am 5:21-23).

Vemos, pues, que si la actitud del corazón de los que adoran a Dios no es la correcta,
Dios no se puede agradar de la alabanza de estas personas. Por el otro lado, el serio
ejemplo de Nadab y Abiú (Nm 10:1-11) nos muestra, como advertencia, que no
podemos presentar delante de Dios todo lo que a nosotros nos parezca una
“alabanza” adecuada, sino sólo aquello que según el criterio de la Palabra de Dios
es apto para la adoración. En lo que se refiere a la adoración espiritual, lo principal es
la actitud del corazón: “en espíritu y en verdad” (Jn 4:23), pero también el “cómo” se
lleva a cabo, y si la práctica de la adoración corresponde al contenido y al objetivo, pero
especialmente, si corresponde y es adecuada para Aquel a quien va dirigida, al Dios
santo.

6. Nuestro juicio espiritual sobre la música requiere limpieza previa de las influencias de la música babilónica

Tenemos que tener mucho cuidado en rechazar y evitar de entre todas las influencias
que abordan nuestro corazón, nuestra actitud, nuestro pensamiento y nuestros
sentimientos, aquellas que puedan estorbar nuestra relación de fe hacia Cristo y el
Padre. En todo esto no debemos olvidar que somos pecadores redimidos, comprados
“con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin
contaminación” (1 P 1:19), y llamados a ser santos: “como aquel que os llamó es santo,
sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed
santos, porque yo soy santo (1 P 1:15-16; comp 1 Ts 4:7). Esta “manera de vivir santa”
encierra también las canciones que cantamos delante de Dios.

La persona que se ha convertido verdaderamente y a fondo, reconocerá que el consumo
de música mundana, especialmente de la música demoníaca de los últimos tiempos, es
pecado delante de Dios, y con sinceridad se arrepentirá de haberla oído. Dejará de amar
esta música y echará de su corazón y de su casa todas las cosas que representaban una
idolatría. Para esta persona es importante la siguiente exhortación, también con respecto
a su relación respecto a la música: “Y no os conforméis a este siglo; mas reformaos por
la renovación de vuestro entendimiento, para que experimentéis cuál sea la buena
voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Ro 12:2).

Las cosas de este mundo dejarán de agradarle, incluida la música de este mundo, y
buscará (o al menos debería buscar) las cosas de arriba. “No améis al mundo, ni las
cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él.
Porque todo lo que hay en el mundo, la concupiscencia de la carne, y la
concupiscencia de los ojos, y la soberbia de la vida, no es del Padre, mas es del mundo.
Y el mundo se pasa, y su concupiscencia; mas el que hace la voluntad de Dios,
permanece para siempre” (1 Jn 2:15-17).

Por otro lado, le dará gozo lo que antes le parecía insulso y ridículo: los cánticos
espirituales genuinos de la iglesia fiel. Son un precioso tesoro que el mismo Señor ha
confiado a los verdaderos creyentes a lo largo de muchos siglos. Su contenido es
espiritual y su forma se ajusta a este contenido. Apreciará y amará estos himnos; y de
repente tendrán mucho que decirle. Comprenderá su profundidad y poder espiritual y
verá como se refleja en ellos una vida de fe fundada en la Biblia.

He explicado todo esto tan extensamente para aclarar una cosa: Lo fundamental para
poder evaluar espiritualmente los cánticos modernos y también los carismáticos, es
sobre todo la actitud del corazón de los creyentes hacia su Señor y hacia este mundo.
Habrá diferente juicio sobre la música que bebe de las fuentes mundanas, dependiendo
de si un creyente ha cortado por lo sano con las atracciones y deseos de este mundo, o si
aún sigue más o menos acariciándolos. En mi opinión, este es uno de los principales
motivos por los que hay tanto desacuerdo entre los creyentes con respecto a estas
cuestiones.

7. Criterios para el juicio espiritual de los cánticos de la iglesia

Si queremos evaluar la naturaleza y el efecto de las canciones aptas para la vida
espiritual de la iglesia, tenemos que tener en cuenta distintos principios que la Biblia
nos proporciona para poder someterlos a prueba. Esto es importante especialmente para
la prueba de la música de “alabanza y adoración” carismática, pero también para evaluar
otros himnos modernos o antiguos.

1. “Probad los espíritus si son de Dios” (1 Jn 4:1). No todo lo que surge de la iglesia
(y especialmente de la de los últimos tiempos) y tiene la apariencia de ser divino y
espiritual, lo es. El apostol Juan nos avisa, que hay falsos profetas, engaños y trampas.
Satanás mismo se disfraza de ángel de luz (2 Cor 11:14), y por eso existen en la iglesia
desarrollos y movimientos que parecen ser luz, pero son de las tinieblas. En esto
tenemos que probar con sobriedad y vigilancia todo lo que se presenta como “espiritual”
y “obrado por el Espíritu”.

2. “Por sus frutos los conoceréis” (Mt 7:16). ¿Qué fruto dan esas canciones? ¿Qué
efecto tiene sobre los creyentes? Los himnos verdaderamente espirituales producen
edificación y una entrega más profunda a Cristo. Unen a los creyentes y los guían hacia
el Señor. ¿Qué efecto tienen los cánticos carismáticos donde entran y se cantan en las
iglesias? ¿Qué actitud espiritual originan en la persona que los oye y canta?

3. “Ninguna fuente puede hacer agua salada y dulce” (Stg 3:12). Cuando de una
fuente salen influencias claramente dañinas, la conclusión debe ser que todo el agua de
esa fuente está envenenada y que hay que evitarla del todo. “No puede el árbol
maleado llevar frutos buenos” (Mt 7:18). Aunque yo no note nada malo en una
determinada canción carismática, debo desecharla y evitarla, si veo que viene de una
fuente corrompida.

Así que debemos analizar los cánticos teniendo en cuenta distintos criterios:

1. ¿De qué fuente espiritual provienen? ¿Qué actitud espiritual tienen sus autores?
¿Hallamos temor de Dios en ellos? ¿Son discípulos de Cristo sanos, o retienen doctrinas
falsas siguiendo un cristianismo falso?

2. ¿Qué influencia espiritual ejercen? ¿Qué efectos producen? ¿Sirven para glorificar a
Dios? ¿Edifican a los creyentes? ¿Les fortalecen para poder seguir a Cristo de manera
sobria y vigilante en estos últimos tiempos?

3. Fuente y efectos de las melodías y de la música: ¿Cumplen con el objetivo de
glorificar a Dios y edificar a los creyentes, o de lo contrario, excitan el alma?
¿Despiertan la carne e impiden la obra del Espíritu Santo y de la Palabra de Dios?

4. ¿Se sujetan los textos a la sana doctrina y a la Palabra de Dios? ¿Son apropiados para
la edificación de los creyentes y la adoración a Dios?

No olvidemos que debemos someter también a semejante examen bíblico los cánticos
no carismáticos. Muchas canciones modernas de autores cistianos son superficiales y de
efectos espirituales cuestionables, o incluso dañinas y desorientantes. Muchos cantos
modernos de la iglesia, sin ser carismáticos, tienen cada vez más elementos de la música
pop mundana y no se deberían cantar en la iglesia, por motivos espirituales.

También hay que decir con toda claridad que algunos himnos antiguos también tienen
tendencias extáticas y faltas de espiritualidad, junto con afirmaciones que no tienen su
fundamento en la Biblia; no estaría de más seleccionar y desechar los dudosos. También
deberíamos mirar bien qué clase de música “cristiana” rock se consume a nivel personal.
Lo mundano que se escucha en casa es una fuente de contaminación espiritual y puede
facilitar la entrada de cánticos perjudiciales en la iglesia. Pero este tema requeriría un
estudio aparte.

C. ¿Se pueden utilizar las canciones carismáticas de “alabanza y adoración” para la adoración bíblica?

Hemos intentado ver lo que las Sagradas Escrituras nos dicen sobre la adoración y la
música espiritual. Basándonos en estas pautas bíblicas, ahora queremos analizar los
cánticos carismáticos de “alabanza y adoración”. Ya sabemos que la cuestión tan
discutida en el día de hoy es, si estas canciones agradan a Dios o no. ¿Podemos
cantarlas si queremos alabar y adorar a nuestro Dios de forma bíblica? ¿O están
corrompidas espiritualmente y no sirven como ofrenda de alabanza para el Señor?
Queremos estudiar los distintos niveles: la música, los textos y la comprensión de
“alabanza” en que se basan estas canciones.

1. El ritual de la “alabanza” como experiencia religiosa clave

Al principio de este análisis quiero describir la práctica de la “adoración y alabanza” en
círculos carismáticos. Es importante saber qué importancia tienen las canciones
carismáticas para los que las escriben y los que las cantan. La mayoría de los creyentes
no carismáticos lo desconocen, pero es significativo para el juicio espiritual de estas
canciones. Lo que ahora voy a contar se basa en mis experiencias personales hechas
durante varios años en los que mi esposa y yo pertenecimos al “grupo de alabanza”.

Cualquier carismático que haya salido de esta seducción podrá confirmar estos hechos.
“La alabanza y adoración” ocupan un lugar predominante en las actividades de las
iglesias carismáticas. El tiempo empleado para la alabanza puede superar a veces el
tiempo de la predicación. Los carismáticos a menudo le dan más importancia a la
alabanza que a la predicación. El período de “alabanza y adoración” es en casi todos los
círculos carismáticos un ritual que requiere mucha preparación y que ponen en escena
con gran esmero. Siempre que sea posible utilizan un “grupo de alabanza”, música
electrónica, mezclador y equipos de sonido. El (o a veces la) “líder de adoración” es una
persona clave de gran importancia en una iglesia carismática. Su importancia llega casi
a la del pastor o predicador. El “líder de adoración” tiene que tener don músical y tiene
que estar totalmente bajo la dirección intuitiva del espíritu de error carismático. Dicho
líder es el que normalmente decide cómo confeccionar la alabanza, qué canciones cantar
espontáneamente, dónde intercalar una canción en lenguas etc.

La alabanza carismática tiene lugar casi siempre al principio de un acto, y en
determinados casos se inicia de nuevo durante ciertos momentos culminantes. Son
frecuentes los períodos de alabanza seguidos (de 20 minutos hasta más de media hora de
duración), durante los cuales los cánticos carismáticos se repiten a menudo 2 o 3 veces.
A veces hay canciones en lenguas entre medias o profecías. También es frecuente que
las canciones sean interrumpidas para invitar a la gente a que soliciten que se ore por
ellos o que se dejen imponer las manos.

La intención de los responsables del tiempo de adoración es que desemboque en un
clímax o “empuje”, que rompa el frente enemigo. Mediante distintos métodos
sugestivos como por ejemplo el batir las manos juntos y exclamar “aleluya”, estribillos
y estrofas constantemente repetidos, la incorporación de canciones especialmente
emotivas o prolongadas canciones en lenguas con acompañamiento instrumental, se
consigue que los oyentes entren en una actitud de pasividad y se abran por completo al
espíritu de error. Esta disposición se podría comparar a un estado hipnótico. La
capacidad de crítica consciente y el autocontrol quedan casi totalmente anulados, y
todos esperan entregados que el espíritu hable y obre.

Es en este momento, por regla general, y no antes, cuando ocurren las obras del espíritu
deseadas: personas que se caen o empiezan a llorar, gente que se levanta y dice
profecías, alguien que se levanta y quiere orar por otro. Se anuncian sanidades, alguien
estimula a la guerra espiritual y a orar juntos en lenguas. Por toda la reunión se extiende
un ambiente cargado espiritualmente, que los carismáticos entienden como “presencia
de Dios”. Esta experiencia es la que buscan. En ella reciben fuerza y una cierta alegría.
Supuestamente sienten a Dios muy de cerca. A algunos les sobrevienen visiones e
imágenes interiores, de modo que creen que Dios está hablando.

Hay que enfatizar que estos efectos dependen en gran manera de las canciones
carismáticas. En un período de alabanza muy efectivo no debe haber muchos himnos
antiguos sobrios y bíblicos, porque esto reduciría el efecto sugestivo. Cuando alguna
vez no se llega al clímax durante este período de alabanza, la gente queda decepcionada
y percibe la reunión como seca, falta de poder y estéril. Entonces a penas hay
manifestaciones del espíritu y los carismáticos quedan decepcionados, porque dependen
del estímulo del período de alabanza como si fuera una droga.

La experiencia del período de alabanza excita los ánimos e infunde en muchos
sentimientos eufóricos, pero estos efectos son de corta duración. A veces no duran ni
siquiera hasta el día siguiente. De ahí que muchos busquen esta experiencia entre
semana en reuniones caseras, círculos de oración, conciertos o mediante el consumo de
CDs. Algunas iglesias carismáticas ofrecen a sus seguidores un programa continuo
durante varios días a la semana. Gran aceptación tienen los conciertos y “cultos de
alabanza” donde la música desempeña un papel más predominante todavía, al igual que
conferencias en las que el nombre del “líder de adoración”, de renombre internacional, y
su “grupo” son tan importantes como el nombre de los ponentes.

¿De dónde viene el efecto exaltante de los cánticos carismáticos? ¿En qué se distinguen
de los cantos de alabanza bíblicos antiguos? ¿En qué consiste su poder fascinante,
especialmente para muchos creyentes jóvenes? En el siguiente capítulo nos ocuparemos
de estas cuestiones.

2. El poder hipnotizador de la música:
La música pop como elemento substancial de la “adoración” carismática

Cualquier partidario de las “canciones de alabanza” carismáticas podrá confirmar que lo
especial de estas canciones no está principalmente en los textos, sino en la
interpretación musical. Si se cantasen estos textos de tinte carismático con las melodías
de los antiguos himnos y sin “grupo musical”, no se lograría su efecto, y ya no serían
fascinantes. No valdrían ya para la “alabanza” carismática.

El secreto de “la alabanza” carismática reside pues en que se utiliza un estilo musical
específico, a saber, la música pop y rock contemporánea del mundo. Muchos de sus
partidarios lo admiten abiertamente. Así lo afirmó, por ejemplo, Martin Bühlmann de
“Basileia Bern” en una entrevista: “Por mucho que lo hayan censurado, el rock & roll le
ha dado al mundo un nuevo lenguaje, que todos entienden. Dios tomará ese lenguaje,
para comunicar a los pueblos la salvación”. Arne Kopfermann, “líder de adoración”,
escribe: “(…) quitando el texto, hoy en día a penas hay diferencia estilística entre la
música de alabanza y la música popular del mundo”. (Revista Geistliche Erneuerung
47/93, pag.13; Arne Kopfermann, Das Geheimnis von Lobpreis und Anbetung [El
secreto de alabanza y adoración] pág. 108).

Las melodías y el estilo de las canciones carismáticas de “alabanza” provienen casi
exclusivamente del repertorio de la música pop contemporánea y sus múltiples
variantes. Casi siempre es la forma “suave”, psicodélica, no menos peligrosa que las
melodías del rock más duro, por tener una influencia que no se percibe
conscientemente.

a) Las raíces espirituales y los efectos de la música pop contemporánea

Muchos hermanos prudentes que velan sobre la iglesia y la instruyen, ya hace años
señalaron que la música rock y pop tan divulgada representaba un gran peligro espiritual
para la iglesia. No es ni mucho menos inofensiva o “neutral”, sino que ocasiona una
seducción y manipulación anticristiana en los que la oyen. ¿Cuál es la causa del efecto
tan fuerte que ejerce sobre los jóvenes?

Para contestar esta pregunta tenemos que estudiar de qué fuentes se nutre esta música.
Según el análisis histórico de la musicología, naturalmente, se pueden distinguir
diversas corrientes, pero lo cierto es que la música afro-americana desempeña un papel
importante (también según el juicio de los expertos mundanos). La huella de esta
música se puede trazar pasando por el jazz, el blues y otras corrientes que nacen de la
música voodoo y de los ritos africanos con tambores. Otras corrientes incluyen
elementos psicodélicos y vienen del hinduismo o budismo. Esta música influyó mucho
en los Beatles y otros grupos populares.

Desde el punto de vista espiritual, esto significa que los elementes decisivos de la
música pop moderna provienen de la idolatría pagana en sus distintas formas, ya sean
ritos africanos de idolatría que conducen al éxtasis, a estados de trance o al hecho de
estar poseídos; ya sea la música seductora del ámbito asiático, con sus elementos de
meditación, utilizada en la idolatría budista o hinduista y que conducen igualmente al
éxtasis y estados de trance. Ambas clases de música pagana tenían como intención el
invocar espíritus, invitándolos a obrar en el que canta o toca. Esta clase de música es
mágica en su esencia. Está inspirada por demonios, cosa que admiten muchos músicos
rock al manifestar que ciertos espíritus les inspiraron determinadas canciones, o que a
menudo son asidos de un poder cuando tocan su música y este poder toca a través de
ellos.

Este es el secreto del fuerte poder de esta música, que en el occidente “cristiano” ha
logrado que se diluyan y trastornen precisamente los valores cristianos y bíblicos que
caracterizaban esta parte del mundo. Desde los años 60 esta música ha creado una
cultura juvenil rebelde y ávida de satisfacer sus deseos, buscando la autorealización. Su
meta era la “liberación” – liberación del “yugo” de los mandamientos y valores bíblicos.
Propagaban la libertad mortal de hacer todo lo que querían hacer, aunque las relaciones
sexuales libres y las drogas les llevasen a la autodestrucción.

Para nosotros es ahora muy importante saber que ciertos elementos de esta música
tienen un efecto mágico e hipnotizador. Especialmente el “beat” (golpeado), la
acentuación y estructuración del ritmo mediante batería, bajos etc. consigue una
disminución del estado consciente normal, cuando una persona se abre a esta música.

Entonces cae en un estado semejante al trance. Otros elementos de esta música tienen
un efecto semejante. Este efecto de la música rock de actuar sobre el subconsciente y de
suprimir en el oyente la capacidad de crítica y de manipularle, le abre para experiencias
extáticas. Esto lo han probado y confirmado experimentos médicos y la psicología de la
música lo ha reconocido también. Tanto los músicos rock como los expertos del mundo
son muy conscientes de esto. Hablan abiertamente del efecto “mágico” y “encantador”
de esta música, mientras que los defensores cristianos de esta clase de música lo niegan
decididamente.

El músico rock, Jimi Hendrix por ejemplo, dijo abiertamente: “Ciertas emociones
[‘atmospheres’] se producen mediante la música, porque la música posee una
espiritualidad propia. Puedes hipnotizar a la gente con la música, y si les pillas en su
punto más débil, les puedes predicar dentro del subconsciente lo que nosotros les
queramos decir”. Timothy Leary, uno de los portavoces de la cultura joven anticristiana
y drogodependente dice con respecto a la música pop: “No escuches las palabras, la
música misma tiene su propio mensaje (…). A mí me ha embriagado muchas veces (…),
la música es la que te empujará”. (citado en M. Heide, Musik um jeden Preis?, pág. 71;
68; lo realzado es nuestro.)

El músico Peter Michael Hamel dice acerca del efecto de los ritmos monótonos, capaces
de alterar la conciencia: “A través del ritmo se despierta la conciencia mágica”. Jim
Page del grupo rock “Led Zeppelin” describe abiertamente el efecto de la música pop y
rock: “Un concierto rock en realidad no es otra cosa que un ritual en el que se liberan y
transforman fuerzas psíquicas. Los conciertos de “Led Zeppelin” se basan
esencialmente en intensidad de sonido, repetición y ritmo. Tienen gran parecido con la
música trance de Marruecos, que en su origen e intención es de caracter mágico”
(citado en Adolf Graul, Rock-, Pop- und Technomusik, pág. 43; 44; lo realzado es
nuestro).

Ya hemos visto que el objetivo de la música pop es fomentar estados de trance y el
encuentro con los espíritus y el ser poseídos por ellos. Por este motivo se comprende
muy bien por qué actúa como una droga viciando a los que se rinden a esta clase de
música. Muchas personas ya no pueden trabajar u ocupar su tiempo libre sin que esta
música suene de alguna manera. Con ella se transmite una embriaguez y conmoción que
puede llegar hasta experiencias extáticas, lo cual precisamente buscan y necesitan sus
adictos. A fin de cuentas es algo como un sustituto de la religión, un rito pagano
religioso bastante cercano al de sus orígenes. Casi todas las religiones idolátricas
conocen la música ritual fomentadora del éxtasis. Los participantes se entregan a los
rítmos y cantos monótonos hasta que entran en un estado de trance y son poseídos por
los espíritus, hasta que experimentan el éxtasis y la “unión con la divinidad”.

b) La aplicación de la música pop en la “alabanza” carismática

La “alabanza” carismática, en el fondo, tiene efectos parecidos a los rituales paganos
que acabamos de describir, pues es también un ritual religioso. Los participantes son
introducidos en un ligero estado de trance mediante el canto común de canciones
seductoras que les transmiten una “experiencia con Dios” pagano-extática falsificada.
Esto no funciona con los himnos antiguos verdaderamente espirituales, sino sólo con las
canciones de “alabanza y adoración” escritas expresamente para este fin, con su música
procedente de la idolatría pagana.

Las canciones carismáticas, independientemente del texto, tienen en sí mismas un
poder seductor que opera sobre el alma de los que las cantan, sólo por el efecto
mágico de la música pop. Prueba de ello es que durante la “alabanza” muchas veces
prefieren la música instrumental, sin textos, para animar a la gente y provocar “que el
Espíritu obre”. El conocido “líder de adoración” carismático Kevin Prosch dice al
respecto: “Me he dado cuenta de que ciertos efectos del Espíritu Santo sólo se producen
cuando toco con mi percusionista sin cantar. A menudo esto actúa como una profecía
que toca el corazón de las personas (…). En Inglaterra experimentamos una y otra vez
que en el momento en que empezamos a tocar, la gente empieza a gritar, porque es
liberada de los demonios (…). Ciertas notas y armonías mueven al Espíritu de Dios”
(Geistliche Erneuerung 47/93, pág. 13, lo realzado es nuestro).

Así que, las canciones carismáticas, sólo por su carácter musical, producen una
disposición inconsciente al éxtasis y una apertura para el espíritu de error reinante en el
Movimiento Carismático. Fomentan la falta de sobriedad y un énfasis equivocado en los
sentimientos y las emociones. Las melodías son muy estimulantes y bonitas, como el
canto de las sirenas que seducen, encantan y distraen del Señor y de su Palabra, aún y
precisamente cuando el texto consista, paradójicamente, casi en su totalidad de
versículos bíblicos.

La “adoración” carismática, pues, encaja exactamente en el patrón de la idolatría pagana
contra la cual nos advierte la Escritura en 1 Cor 12:2: “Sabéis que cuando erais
Gentiles, ibais, como erais llevados [o arrastrados, atraídos, seducidos] a los ídolos
mudos.” Todo lo fascinante, todo lo que atrae a las personas mediante su influjo
inconsciente pertenece a la obra de los espíritus de las tinieblas. Esto caracteriza la
adoración pagana de los ídolos y es algo totalmente opuesto a la adoración consciente,
comprensiva, pura y bíblica del Dios verdadero.

Es triste que muchos creyentes ya no vean el peligro y la corrupción de la música rock y
pop de tinte cristiano. Es porque ellos mismos antes de convertirse consumían esta clase
de música y no se han arrepentido claramente de este hecho, ni han cortado por lo sano
con ello. Para ellos no es pecado escuchar y deleitarse en la música pop y rock del
mundo, y mucho menos reconocerán lo corrupto de la música pop “cristiana”. En el
campo musical han perdido la capacidad de discernimiento espiritual que el Espíritu
Santo normalmente da a los hijos de Dios, para que puedan distinguir entre lo santo y lo
profano.

Así que me temo que la falta de separación del mundo tan extendida en nuestros días, es
la razón por la que ciertos cristianos, que por lo general defienden puntos de vista
bíblicos, no reconocen el peligro que brota de las canciones carismáticas con sus
melodías populares del mundo. No ven ninguna razón para rechazar estas canciones, a
pesar de que esta música sensual y emotiva excita el alma infielmente y la eleva
extáticamente, cosa que es una abominación para el Señor y entristece y apaga al
Espíritu de Dios abriendo paso al obrar del espíritu de error.

3. Textos que no se sujetan a la verdad y doctrina bíblicas

Los textos de las canciones carismáticas pueden parecer “bíblicos” y correctos para el
creyente que los evalúa superficialmente. La verdad es que una serie de canciones
sumamente seductoras tienen como texto casi únicamente versículos de la Biblia. ¿Qué
puede haber de falso en eso?

Pero en esto es necesaria una evaluación más a fondo y espiritualmente vigilante, para
poner de manifiesto las tendencias de la seducción. Una advertencia muy seria debería
ser para nosotros el hecho de que Satanás utilizó un versículo de la Biblia en la
tentación del Señor Jesucristo, para inducirle a actuar presuntuosa y arbitrariamente:
citó el Salmo 91:11-12. Pero lo interesante es que omite algo (“que te guarden en todos
tus caminos”) sacando la cita del contexto dado por Dios (Mt 4:5-7). Exactamente lo
mismo podemos comprobarlo en las canciones carismáticas.

a) El sacrificio propiciatorio perfecto de Jesucristo y la salvación por gracia ya no son centrales

Aquello que normalmente debería ser el centro de toda adoración verdadera de los hijos
de Dios, a saber, la obra de redención del Señor Jesucristo en la cruz del Gólgota,
aparece relativamente poco en los textos de las canciones carismáticas. Además, las
canciones que tienen esto como tema pierden su valor por consistir de efusiones
sentimentales de carácter místico-carismáticas y afirmaciones superficiales antibíblicas.
En lugar de los contenidos bíblicos de la salvación de la corrupción del pecado y del
juicio de Dios mediante la sangre, hallamos en estas canciones a menudo un lenguaje
psicológico subjetivo.

El texto de la gran mayoría de las canciones trata del presunto poder manifiesto y de la
gloria del reinado de aquel Jesús del que cantan los carismáticos. Desde el punto de
vista dispensacionalista se trata de algo que no se puede aplicar a la iglesia, sino que
según la Biblia es algo que será realidad en el milenio, cuando Cristo gobernará en la
tierra. No se trata, pues, de algo sin importancia, sino de una cosa muy seria. Si se
descuida el sacrificio propiciatorio del Señor Jesucristo, que es el fundamento
sobre el que descansa la iglesia, entonces a los cristianos que cantan estas canciones
se les inculca una alteración en los fundamentos de su fe y un serio trastorno de su
base.

El motivo más profundo para nuestra adoración no es el poder de Jesucristo, sino su
amor y gracia que se expresan en Su sacrificio propiciatorio. Según el sabio consejo de
Dios, los creyentes de hoy no tenemos parte en el poder y la gloria de Cristo y tampoco
los vemos aún, sino que tenemos parte en su humildad y rechazo, en sus sufrimientos y
su muerte en la cruz, y también en su resurrección. En el evangelio de la gracia, que la
iglesia predica, está Cristo, el crucificado en el centro (1 Cor 1 y 2), y no el reinado
venidero de Cristo sobre la tierra.

b) Las canciones proclaman que Cristo reina manifiestamente como Rey, lo cual es un extravío

Las canciones carismáticas que proclaman una y otra vez que Cristo despliega su poder
y gloria para nosotros como Rey del mundo, permitiendo que la iglesia lo vea, son un
engaño y desvían a los creyentes del buen camino (comp. 2 Ts 2:2). Tal “adoración” se
basa en el terreno pantanoso de una ilusión carismática, porque esto que proclaman
todavía no es una realidad. Hoy todavía despliega su poder el príncipe de este mundo, el
Anti-Cristo, antes de que el verdadero Mesías y Señor Jesucristo manifieste su señorío
como Rey.

Este énfasis antibiblico en la alabanza carismática va estrechamente ligado con la falsa
doctrina de que la iglesia de hoy tiene que establecer el reino de Dios aquí en la tierra,
conquistando hasta lo político y social para Cristo. Mediante “la alabanza y adoración”
los carismáticos tratan de “liberar” el “poder de Dios” de manera verdaderamente
mágica. Quieren echar fuera los poderes de las tinieblas, lo cual se expresa en las
“marchas para Jesús” y en la “guerra espiritual”. Según esta falsa doctrina, el “reino de
Dios” viene con milagros y manifestaciones de poder y derramamientos del Espíritu,
cuando la iglesia proclama el poder del “Rey Jesús”. La mayoría de las canciones
carismáticas se basan en esta comprensión antibíblica; no se pueden desligar de esta
falsa doctrina.

La Escritura por lo contrario enseña que el reinado de Cristo hoy aún no está
manifestado: “Aun no vemos que todas las cosas le sean sujetas” (Hebr 2:8). Es verdad
que el Señor Jesucristo glorificado hoy ya es Señor y Cabeza sobre todo (Col 1:15-17;
Ef 1:20-23; 1 P 3:22 etc.), pero como Rey no aparecerá hasta que regrese en poder y
gloria para establecer sobre la tierra su reino de paz. Hoy ejerce su poder desde el cielo,
de manera indirecta, por así decirlo, encubierto de los ojos de los incrédulos.

Pero entonces se manifestará verdaderamente su señorío como Rey, y se manifestará en
que toda criatura, ángeles y hombres tendrán que doblar las rodillas delante del poder y
la gloria irresistibles del Ungido de Dios. El hecho de afirmar que esto ya es realidad
hoy, cuando más del 90% de la humanidad aún viven en rebelión abierta contra Dios y
su Cristo, es en el fondo una blasfemia y un menosprecio del verdadero poder y gloria
de Cristo. Para ejercer su señorío como Rey el Señor entonces no necesitará la
colaboración de la iglesia que supuestamente tiene que “liberar” su poder mediante
proclamación, oraciones y “alabanza”, sino que esta regencia de Cristo será
grandiosamente visible (2 Ts 1:5-10).

c) Las canciones contienen y promueven doctrinas falsas carismáticas

Muchas veces hallamos las típicas doctrinas falsas y tergiversaciones de la Biblia en los
textos de las canciones carismáticas: así por ejemplo, el hecho de pedir personalmente el
“bautismo del espíritu”, y un “derramamiento del Espíritu” por países y naciones
enteras. O también la invocación del espíritu carismático como si fuese el Espíritu de
Dios, pidiendo que venga, y en espera de un avivamiento masivo en los últimos
tiempos, además de la supuesta “sanidad” y “salvación” de los pueblos.

Constantemente hallamos en las canciones carismáticas que confunden Israel con la
iglesia. Los versículos de la Biblia que inconfundiblemente se refieren al pueblo de
Israel terrenal, y especialmente al milenio, los aplican a los creyentes de la dispensación
de la gracia, lo cual no es bíblico. Semejante falsificación doctrinal es sumamente
peligrosa espiritualmente. Muchas falsas doctrinas de los “Testigos de Jehová”, de los
Adventistas y de la Iglesia Católica tienen ahí sus raíces.

Otra tendencia perniciosa es la avidez típicamente pagana de tener experiencias
extáticas en la supuesta “unión con Dios”, el deseo de sentir, tocar y ver apariciones de
“Jesús”, de efusiones de sentimientos, de sentir fluir la fuerza en el propio cuerpo. La
persona que canta estas canciones, es influenciada sin darse cuenta, pues en ella se
despierta el deseo de obtener estas cosas. Muchas de estas canciones son oraciones y
peticiones a Dios para que conceda tales “bendiciones” antibíblicas.

Un papel importante desempeña la tendencia a repetir multitud de veces las mismas
cortas frases. Mediante estas repeticiones que hacen pensar en mantras paganas y
fórmulas de conjuros, y los cantos litúrgicos católicos, los que cantan estas canciones
entran en una autosugestión sentimental, vinculada con las enseñanzas de la “confesión
positiva” de la que son partidarios muchos carismáticos.

Cantando en una canción carismática doce o veinte veces “Tengo alegría”, puede que
uno sienta cierta euforia, pero eso no tiene nada que ver con el gozo espiritual y la
forma en que el Éspíritu obra en nosotros, según la Biblia. No en vano el Señor nos
advierte en Mt 6:7: “Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que
piensan que por su palabrería serán oídos.”

c) Omisiones y cambios adaptan los versículos de la Biblia al mensaje carismático
Al analizar los textos “bíblicos” de las canciones, es interesante comprobar lo omitido
antes, en medio o después de un texto de los Salmos, por ejemplo, lo cual cambia la
impresión. Valga como ejemplo el corito “Que la gloria del Señor” (“Cantando con
Gracia”, N°121) que se compone de dos versículos del Salmo 104

Que la gloria del Señor dure por siempre.
Que se goce su creación.
Ante Dios cantaré con todo mi ser,
a su nombre cantaré mientras viva yo.

La omisión de los versículos precedentes esfuma el contexto: La gloria del Señor como
Creador (v.24: “¡Cuán muchas son tus obras, oh Jehová! Hiciste todas ellas con
sabiduría: La tierra está llena de tus beneficios.”), que se goza en las obras de su
creación. A continuación los versículos 31-35 de la Biblia:
31 Sea la gloria de Jehová para siempre; Alégrese Jehová en sus obras;
32 El cual mira a la tierra, y ella tiembla; Toca los montes, y humean.
33 A Jehová cantaré en mi vida: A mi Dios salmearé mientras viviere.
34 Dulce será mi meditación en él; Yo me regocijaré en Jehová.
35 Sean consumidos de la tierra los pecadores, y los impíos dejen de ser.
Bendice, alma mía, a Jehová. Aleluya.
Quitando el contexto de la creación, el juicio y el temor de Dios se puede modificar el
texto bíblico santo y hacer de él un corito superficial.

Otro ejemplo podría ser el corito N° 292 (del mismo cancionero) basado en el Sal 37:4-
5
//Oh, oh, oh ven, ven y deléitate en el Señor
y El te concederá las peticiones de tu corazón.//
Confía sólo en El, y El te dará,
espera sólo en El, y El hará.
El texto bíblico, sin embargo dice:
37:3 Confía en Jehová, y haz el bien; Y habitarás en la tierra, y te
apacentarás de la verdad.
4 Deléitate asimismo en Jehová, y él te concederá las peticiones de tu corazón.
5 Encomienda a Jehová tu camino, y confía en él; y él hará.
6 Exhibirá tu justicia como la luz, y tu derecho como el mediodía.
Podemos comprobar la reducción del mensaje: “Confía – y El te dará”, así de facil,
como si fuera una fórmula mágica. Queda omitida la justicia (“exhibirá tu justicia”) y el
fruto de esa justicia (“haz el bien”), así como la sumisión nuestra, al dejar que el Señor
guíe nuestro camino (“encomienda a Jehová tu camino”).

Veamos también el N°282 del mismo cancionero: “Dios es un buen Dios”, basado en el
Sal 103:17
Dios es un buen Dios, Dios es un buen Dios,
Dios es un buen Dios lleno de misericordia.
//Desde la eternidad hasta la eternidad,
desde la eternidad hasta la eternidad,
permanece su gracia, permanece su gracia.//

El contexto de la cita bíblica es:
15 El hombre, como la hierba son sus días; Florece como la flor del campo,
16 Que pasó el viento por ella, y pereció, y su lugar no la conocerá más.
17 Mas la misericordia de Jehová es desde la eternidad y hasta la eternidad
sobre los que le temen, y su justicia sobre los hijos de los hijos;
18 Sobre los que guardan su pacto, y los que se acuerdan de sus
mandamientos para ponerlos por obra.

De nuevo ha quedado omitido el temor de Dios. El versículo sacado de su contexto
transmite otro mensaje diferente.

4. Ejemplos escogidos de textos de canciones carismáticas

A continuación quiero mencionar algunos ejemplos de canciones carismáticas, para
indicar brevemente la seducción contenida en ellas. (Fuentes: Cantando con Gracia
[DECISIÓN, 4ª ed.] y Celebremos su Gloria [Celebremos/Libros Alianza, Dallas, Texas 75228, EE.UU.]).

a) “Derramamiento del Espíritu” sobre naciones enteras, avivamiento masivo

Pídeme y te daré naciones
como herencia espiritual como herencia espiritual, mi hijo.
Pídeme y te daré naciones
como herencia espiritual, pídeme. (Cantando N° 302)

Es una doctrina antibíblica que pueblos y naciones paganas enteras se salvarán en
nuestros días. También son erróneas las invocaciones al Espíritu (falso) pidiendo que
“venga”, puesto que el verdadero Espíritu Santo ya ha venido.

Marchando va, el ejército de Dios,
marchando va por la tierra, en son de guerra va.
Se oye la alabanza y el canto de victoria,
el ejército de Dios, el ejército de Dios,
el ejército de Dios, marchando va. (Cantando N°279).

Este es un ejemplo de las canciones para la “guerra espiritual” para atar y echar fuera
demonios. Estas canciones están llenas de afirmaciones altivas y los que las cantan
pretenden ejercer una “autoridad” que el Señor no ha dado a los creyentes en la era de la
iglesia (confunden el ministerio de los apóstoles en Israel con la comisión de la iglesia
del Nuevo Testamento). Esta enseñanza falsa nace de la idea equivocada que la iglesia
debería hacer lo que Cristo hará mediante ángeles al comienzo de su reinado de paz
(comp. Apoc 20:1-3).

La falta de sobriedad y templanza se pueden apreciar también en el siguiente ejemplo
(N°614 de Celebremos), además de la falsa expectativa exagerada de que naciones
enteras se salvarán:

América será para Cristo, el único camino hacia Dios;
Verá lo que sus ojos no han visto, con sólo caminar de él en pos.
América será para el cielo, el cielo que Jesús preparó,
el día que tras rápido vuelo, al lado de Jehová se sentó.
Despierta, pués, América amada; alístate en las filas de Dios;
Escucha del Señor la llamada, pues es tan cariñosa su voz.
Llamando está a tu puerta el Cordero que derramó su sangre en la cruz;
Que sea el Nuevo Mundo el primero en ir a las mansiones de luz.
Colombia, Panamá, Venezuela, Bolivia Paraguay, Ecuador,
tendrán la paz de Dios que consuela, la paz que nos dejó el Redentor.
Y Chile, el Perú, Argentina, y Cuba, Uruguay y el Brasil,
y el grupo de las islas marinas, tendrán sus bendiciones a mil.
Los pueblos que han estado dormidos sabrán que Dios les ama en verdad;
Jamaica, los Estados Unidos, y México y también Canadá.
Los pueblos que componen el Istmo, y todos los del sur lo sabrán;
Sin Cristo nunca habrá cristianismo; sin Cristo sólo reina Satán.
La bella Guatemala y Honduras, la hermosa Nicaragua también,
tendrán en las edades futuras la vida y la salud del Edén.
Y Dios bendecirá a Costa Rica, y Dios bendecirá a El Salvador,
Naciones que aunque sean tan chicas, son grandes a la faz del Señor.

No aparece para nada el pecado, ni la necesidad del arrepentimiento, sino sólo “la
cariñosa voz” del Señor”. La canción parece una profecía. Pero es antibíblica la doctrina
de que Dios salvará y bendecirá países enteros. Los últimos tiempos se caracterizarán
por la apostasía y no por grandes avivamientos o “la salud del Edén” sobre esta tierra.

b) Seducción mediante referencias del Antiguo Testamento que no se pueden aplicar a la iglesia.

Entraré por sus puertas con cantos de loor
por sus atrios con alabanza;
Y diré, “Este es el día que hizo el Señor;
me gozaré y alegraré en él”.
Coro: Yo le alabaré, yo le alabaré,
me gozaré y alegraré en él (2x) (Celebremos N°84)

La verdadera vocación de la iglesia no es esta, pues ella ora en el santuario celestial y no
en el atrio. Durante el período del templo herodiano, al atrio exterior podían entrar
también los gentiles. La repetición del coro produce autosugestión.

Majestad, adorad su majestad
A Jesús sea gloria, honra y loor.
Majestad, reino y autoridad,
fluyen del trono hacia su pueblo, a Él cantad.
Exaltad y proclamad el nombre de Cristo.
Magnificad, glorificad a Cristo el Rey.
Majestad, adorad su majestad.
Jesús quién murió y se glorificó, de reyes es Rey.
(Celebremos N°9/ Cantando N°190

Hoy la iglesia no reina con autoridad, ni tiene majestad, (“Majestad, reino y autoridad
fluyen del trono hacia su pueblo”), sino que sufre rechazo y burla, igual que su Señor.
El siguiente ejemplo es parecido:

Ante el Rey yo proclamaré su victoria sobre todo.
Su grandeza y majestad. Oh, oh, oh, oh, oh, oh.
En su nombre yo venceré toda obra del maligno.
En su palabra confiaré. Oh, oh, oh, oh, oh, oh.
(Cantando N°269)

c) Manipulación anímica y efusiones sentimentales

En momentos así, levanto mi voz,
levanto mi canto a Cristo.
En momentos así, levanto mi ser,
levanto mis manos a El.
Cuanto te amo, Dios; cuanto te amo, Dios.
Cuanto te amo. Dios, te amo. // (Cantando N°171)

Sugestión mediante la repetición. Se enfatizan las propias emociones

Yo te exalto, Dios mi Padre;
yo te exalto, Dios mi Rey.
Eres sublime sobre la tierra
Y te adoro, oh mi Dios.
(Celebremos N°86/ Cantos de Alabanza y Adoración N°37, Mundo Hispano)

Un “clásico” entre los coritos carismáticos, basado en el Sal 97:9. Muy sugestivo por la
repetición y el énfasis en las propias emociones religiosas (Yo te exalto… yo…). El
énfasis del “yo” le vemos también en el siguiente:

Yo quiero más y más de Cristo,
yo quiero más de su poder,
yo quiero más de su presencia,
yo quiero más y más de El. (Cantando N°158)

No vamos a continuar poniendo ejemplos, pues bastan para mostrar las tendencias.
Nunca podremos estar al día y citar las canciones más actuales, pero con analizar
algunas sensatamente vemos la dirección que llevan y el engaño que contienen
(exageraciones carismáticas, superficialismo y sentimentalismo, la adoración mística de
un “Jesús” que “sana” y “santifica” mediante una unión basada en las emociones y las
experiencias propias).

5. Las canciones carismáticas son parte de una “adoración” falsa y seductora

En este punto me gustaría resumir y profundizar los resultados de nuestro análisis.
Espero que haya quedado claro que las canciones carismáticas no se pueden separar del
marco doctrinal de la “adoración” carismática para la cual fueron escritas. Nuestra
pregunta era si son espiritualmente inofensivas y edificantes. ¿Podemos incluirlas en los
himnarios de iglesias bien fundadas en la Biblia, o tenemos que desecharlas? El análisis
de estas canciones según los criterios bíblicos muestra claramente que estas canciones
representan un serio peligro espiritual para la iglesia.

a) La “adoración” carismática moderna está diametralmente opuesta a la adoración bíblica

Es importante que comprendamos que el concepto modernista de la “alabanza y
adoración” carismáticas no contiene meramente algunos elementos antibíblicos y
“deslices” ante los que se pudiera hacer la vista gorda para “retener lo bueno”. No, este
concepto es en su totalidad antibíblico, y mirándolo bien, es pagano igual que el
movimiento de donde nació. Muestra un gran parecido con la idea de “adoración” de la
iglesia católica, lo cual es muy significativo por el hecho de que el Movimiento
Carismático está haciendo de puente en los esfuerzos ecuménicos generales.

La “adoración” de la iglesia católica consistía de ritos y liturgia humanos; utilizaba
elementos paganos como por ejemplo oraciones repetidas constantemente, ropajes y
vasos ostentosos, esfuerzos artísticos, procesiones, representaciones escenificadas
religiosas (misterios), pompa y ceremonias fascinantes. Peter Masters, predicador en la
iglesia donde durante muchos años predicó C.H. Spurgeon en Londres, lo denomina
adoración estética: el hombre quiere presentar a Dios las mejores obras de arte y lo
mejor de sus capacidades, ya sean cuadros, estatuas, canciones, obras de teatro o
ceremonias preparadas primorosamente. Esto es un “culto voluntario” (una clase de
culto escogido por el hombre, Col 2:23) sobre la base de un paganismo humano que
sirve para satisfacer la carne y que no agrada a Dios.

Contrastando con ésto, la adoración durante la época de la Reforma era una adoración
basada en la comprensión espiritual del sacrificio propiciatorio de Jesucristo y en la
Palabra de Dios. El centro era la palabra hablada y cantada con sensatez y
entendimiento; todo lo demás pasó a un segundo plano y debía de servir a lo principal.
A pesar de que esto no se realizó por completo en muchas iglesias, no obstante, en el
fondo significó volver a la adoración bíblica de la iglesia. Master lo denominó la
adoración sensata y comprensiva. Con razón dice: “En la adoración bíblica lo que
cuenta es sólo un sacrificio y ese es el sacrificio que el Hijo eterno ofreció una vez para
siempre en la cruz del Gólgota.”

La “adoración” carismática moderna es en este sentido un retorno a los “métodos de
adoración” paganos y corrompidos de la iglesia católica. Ella enseña que para Dios no
cuentan las palabras sinceras que salen del corazón de los creyentes, sino
representaciones primorosamente preparadas y con música instrumental en las que se
hacen grandes esfuerzos para tocar y elevar los sentidos y sentimientos de las personas.
No en vano propagan los carismáticos la idea errónea de que la adoración sería una
“fiesta” (alegando otra vez falsamente a Israel como justificación). Si esta clase de
adoración es adoptada por iglesias bíblicas, éstas vuelven al camino que les lleva a
Roma:

b) La “adoración” carismática conduce a la mundanalidad, la profanación y blasfemia del nombre de Dios

Los que enseñan y practican la “alabanza y adoración” carismática recalcan la santidad
de Dios y la necesidad de la “santificación” en los creyentes, pero el observador
espiritual rápidamente se dará cuenta que esta clase de “adoración” no es santa, sino
carnal e incluso blasfema. Es estremecedor que muchos creyentes jóvenes (también de
iglesias fieles) no lo vean. Es un indicio de la carnalidad y de la falta de temor de Dios
que reina entre los creyentes de los últimos tiempos.

El espíritu de error del Movimiento Carismático seduce a sus seguidores a tener una
familiaridad impertinente con el Dios santo y el Señor Jesucristo. Es algo que no
hallamos en la Biblia y que es impuro. En el lugar de la reverencia y santidad ponen una
“pasión” carnal tergiversada y una “relación amorosa” místico-sentimental, que
presuntamente justifica y permite todo, según el lema del cristianismo moderno: “Dios
te recibe y te ama tal como eres – puedes venir a Él y traerle todo lo que tienes y eres.”
Dios es rebajado a un “padrazo” tolerante, y el Señor Jesús a un “amiguete”, que se
apunta a todo lo que se le ocurra al creyente.

Lo tentador de esta “nueva adoración” es la libertad para la carne que promete e
implica. El hombre pecador puede vivir a sus anchas y exhibirse delante de Dios con
deleite musical extático, baile rock sensual, gritos, risas, palmas, caídas al suelo en
trance – todo eso, presuntamente, no desdice; todo eso está bien mientras que la
motivación sea una supuesta “pasión por Cristo”. Todo lo que es casto y nace de un
respeto bíblico de Dios se deja atrás y queda superado.

La falta de respeto y distancia hacia el Señor santo va ligada con una sensualidad
impura y una tensión erótica implícita, más bien inconsciente, que proviene
especialmente de la música popular con sus espectáculos y efectos. Con desenfreno se
cantan “canciones de amor”, que supuestamente van dirigidas a Dios, pero las cantantes
y los cantantes bailan de la misma manera desvergonzada y erótica como sus colegas de
las discotecas del mundo. Les gusta ponerse en escena, incluso a menudo vestidos de
manera impúdica y con tonos seductores en sus voces, con los que la música del mundo
induce a la fornicación. Si por lo contrario, consideramos lo santo y sublime que es
nuestro verdadero Señor y Dios (comp. Apoc 1), entonces tendríamos que espantarnos
ante el pensamiento de que esas personas se atrevan a presentar tal cosa delante de Él.
¡Es una blasfemia total!

No debe asombrarnos que tal “adoración liberada” e inspirada por espíritus demoníacos
manifieste rasgos carnales y mundanos en exceso; que hable con osadía impertinente de
cosas santísimas, sin respeto e incluso con frescura; que desenfrenadamente transforme
la “adoración” en un festival pagano para satisfacer los sentidos y extasiarse. Pero en el
fondo es estremecedor lo abiertamente que se muestra la blasfemia, sin que la masa de
las personas, cegadas por la cultura pop, se dé cuenta. Bastarán unos ejemplos que casi
me resisto a transcribir, si no fuera por la necesidad de avisar a los que no tienen
firmeza.

Las citas son de unos prospectos carismáticos de promoción para música de “adoración
y alabanza”. Recomiendan así una producción cuyo título traducido es “Conquista la
ciudad”: “Un festival de adoración [!!], que anima a los cristianos a salir a la calle y
ganar sus ciudades para Dios.” Peor es la recomendación escrita para una producción
titulada “Rock’n Roll Worship Circus” [Circo de adoración rock & roll]: “Nuestra
música suena como si los Beatles y Pink Floyd se hubiesen casado y hubiesen tenido un
bebé, que se hubiese criado con T-Rex (grupo rock americano) y ese bebé se hubiese
convertido. Amo el rock & roll y nací [!!] para adorar a Dios. De verdad que sólo veo
este camino para unir ambas cosas.” Así describe Gabriel Wilson la fe unánime del
grupo y su amor a la música rock & roll. (…) “Welcome to the Rock’n Roll Circus”
garantiza canciones de alabanza amenas y fáciles de cantar, cuya intención es adorar a
Dios con todo lo que tenemos – y eso incluye, por supuesto, una buena porción de rock
& roll.”

Libros News es una publicación destinada a promocionar literatura y recursos cristianos
en lengua española. A continuación unas citas del Número 2 de Enero 2004:
“Marco Barrientos – Muéstrame tu Gloria. Una gran celebración de alabanza y
adoración que captura en vivo momentos de una intensidad difícil de describir. De lo
mejor que nos ha entregado este gran adorador y ministro, canciones con declaraciones
proféticas y cántico nuevo …

“Funky – Especie en peligro. Es el primer CD en su categoría dentro de la industria de la
música cristiana latina que incluye en el mismo empaque un CD y un DVD (…) El
material es de alta calidad y excelente contenido, con el objetivo de mostrar a la
juventud que sí puede hacerse rap con sentido que influencie positivamente a todo el
que lo escuche.”

“Fermín IV – Boomerang. El hip-hop no fue el primer contacto de Fermín IV con la
música. Rock, jazz, blues y soul fueron sus primeros acercamientos a lo que después
dedicaría su vida. Luego de cinco años de éxito con su ex-grupo mexicano ‘Control
Machete’, Dios transformó su vida y le dio un propósito a este famoso compositor de
rimas. Este trabajo fusiona diversos estilos con hip-hop, cosa que Fermín IV hace de
maravilla…”

Como vemos, no cambia nada con la conversión, se puede seguir haciendo la misma
música, según la opinión generalizada.

La casa disquera CanZión presenta sus producciones de esta manera: “No hacen falta
palabras… nuestra música lo dice todo. CanZión producciones presenta hermosos
proyectos instrumentales que de seguro tocarán lo más íntimo de tu corazón y elevarán
tu alma.”

Así que lo importante es “elevar el alma”, extasiarse y sentirse bien…
La recomendación para un cassette para niños dice así: “¡Hurra! por Jesús – 1, 2, 3, aquí
hay mucho movimiento. Una fiesta de adoración de niños – para niños… Esta
producción ha tenido ya una aceptación impresionante. No se pierda esta producción de
alabanza infantil. Refrescante – frescales [!!!], comprometida y con mucho brío.”
“Adoración de frescales” como “fiesta con mucho brío” – ¿Qué espíritu está detrás de
tan terrible descarrío? ¡Sólo puede ser el espíritu de Satanás que es un blasfemo y
mancillador de todo lo santo!

Bajo la influencia del espíritu de error, los consumidores carismáticos de tales
producciones han perdido toda sensación de temor de Dios y de la santa vocación de la
iglesia. Evidentemente, lo que les interesa en primer lugar son sus experiencias
religiosas egoístas. Buscan un ambiente entusiasmante, atizador y conmovedor. Una
producción de “Alabanzas Llamada Final” titulada “Él Es Grande” es recomendada de
esta manera: “Él Es Grande motivará tu fe, te elevará en alabanza y adoración a niveles
espirituales donde alcanzarás la fortaleza para vencer y proyectarte positivamente a un
mejor futuro, sintiéndote animado por la bendita presencia y poder del Santo Espíritu de
Dios”.

Tales ejemplos muestran que la “alabanza y adoración” ya se ha convertido en una
mercancía de consumo producida según el patrón de la música del mundo y de la
industria pop. La fascinación y seducción es la misma, y el deleite musical también.
Esta “adoración” sólo sirve a Dios por pretexto (pues ya sabemos que para Él es
inservible y una abominación); en realidad sirve para proporcionar a los “cristianos”
egoístas una experiencia pagano-religiosa sobresaliente. Se trata aquí de una adoración
profana que introduce el mundo y su espíritu impuro dentro de la iglesia, y es una
abominación delante de Dios.

c) Las canciones carismáticas son herramientas para prácticas carismáticas mágicas

Aún tenemos que hablar con toda claridad de una circunstancia que ya hemos tocado
antes. Las canciones carismáticas de “alabanza” no se pueden desligar de la intención
para la cual fueron escritas. Están enmarcadas en un sistema de falsas doctrinas y
prácticas del Movimiento Carismático, al que sirven y con el cual se difunden. Puesto
que el pensamiento y la doctrina carismática tiene muchos rasgos de la magia, las
canciones son en muchos casos instrumentos de carácter mágico para fines antibíblicos.
Provienen de la obra de los espíritus seductores, y donde se cantan estas canciones (aún
sin saberlo) estos espíritus obran.

La base de estas canciones es una enseñanza carismática (que muchas veces no se
pronuncia conscientemente): se trata de la doctrina pagano-mágica de que la palabra
pronunciada y proclamada por los carismáticos tiene el poder de crear la realidad. Esta
doctrina penetra la escena carismática en distintas variaciones. La “palabra de fe” que
los carismáticos pronuncian en la canción, de acuerdo con las “leyes de la fe” deben
hacerse realidad, según su pensamiento mágico. “Proclámalo, y entonces lo recibirás”.
Satanás seduce al carismático a creer que por su palabra puede crear la realidad; es
decir, “liberar para sí” coches y casas, pero también “liberar a personas para la
conversión”, o “dar existencia a ciertas cosas mediante la palabra hablada”. Si lo
miramos bien, las canciones carismáticas son palabras de proclamación mágicas,
escritas expresamente para lograr y cambiar algo en el mundo invisible.

1. La intención de las canciones es “liberar la presencia de Dios” y conducir a las
personas para que tengan experiencias religiosas falsas. En el libro “Marcha para
Jesús” se habla abiertamente de la “adoración” como instrumento mágico para liberar la
“presencia de Dios”: “Marchar para Jesús es equivalente a orar y alabar. Llevamos
nuestros cultos a la calle para reconocer la presencia de Dios en medio de nosotros,
cuando habita entre las alabanzas de su pueblo (Sal 22:3). (…) Cuando oramos,
alabamos y marchamos juntos, viene Dios a estar en medio de nosotros (…). En el
momento en que nos ponemos en camino juntos y la alabanza a Dios llena el aire, se
manifiesta la presencia del Espíritu Santo en medio de nosotros, y las personas se dan
cuenta de que el Dios vivo está entre nosotros (…). Cuando marchamos, actuamos de
manera profética, para liberar al Espíritu Santo – para ‘dejar salir a Dios’ que habita en
nuestra alabanza”.

2. La intención de las canciones es “liberar el reino de Dios”.
Según las falsas doctrinas de los carismáticos, la “alabanza y adoración” es considerada
como instrumento para desplegar el “reino de Dios”. Detrás de ello está también la idea
mágica de que lo que proclaman los cristianos, pueden hacerlo realidad. Al cantar estas
canciones, que proclaman como “Rey” al “Jesús” del Movimiento Carismático, se
consigue, según ellos, que se despliegen las fuerzas del reino de Dios, por ejemplo, en
sanidades, profecías o caídas al suelo.

En su libro “Adorad al Rey”, el líder de alabanza y autor de canciones, Jack Hayford,
muestra francamente la intención de la “alabanza” carismática: “Muy raras veces se ha
visto el efecto de la adoración sobre la lucha y conquista espiritual. Pero la adoración
está pensada para introducir la fuerza del reino de Dios en toda la iglesia y para
ejercerle mediante la iglesia. La autoridad del reino de Dios es el tema. La adoración a
Cristo debería mostrarse en algo más que brillantez estética y precisión dogmática. Su
designio es hacer destacar la autoridad de Jesús en y entre los creyentes. (…) El núcleo
es la autoridad del reino de Dios.”

Detrás de estas afirmaciones está la enseñanza carismática que los creyentes son
llamados a ejercer el reino de Dios mediante la expulsión de demonios, proclamaciones,
el exorcismo y los milagros, “gobernando ya como reyes”. Esto son ideas mágicopaganas.
Se trata de un abuso de la adoración; y las canciones carismáticas abundan en
variedad de falsas ideas mágicas sobre la “adoración”. El cantautor y “líder de
adoración” Graham Kendrick lo dice abiertamente en el libro “Marcha para Jesús”: “a
través de nuestras proclamaciones liberamos fuerza espiritual. (…) Por eso prefiero ante
todo escribir canciones para las marchas de adoración, porque estoy convencido que la
fuerza de Dios es liberada por el hecho de proclamar la verdad.”

3. La intención de las canciones es quitar terreno a los poderes demoníacos y obrar
en el mundo invisible. Un grave abuso de las canciones de alabanza carismáticas es
que las utilizan para “la guerra espiritual”. Estas canciones supuestamente dirigidas a
Dios, en realidad se cantan para los demonios, para echarlos, romper su potestad y
“conquistar terreno espiritual”. Determinadas canciones, especialmente las que se han
escrito para las “marchas para Jesús”, sirven expresamente como “proclamaciones” para
los demonios. Tanto el texto como la música están diseñados para “la guerra espiritual”.

Los autores del libro “Marcha para Jesús” hacen publicidad para las procesiones
antibíblicas que utilizan la “alabanza” carismática como instrumento para la “guerra
espiritual”: “El objetivo de la marcha al barrio comercial es la proclamación poderosa
de Cristo en los territorios donde haya importantes centros de poder. Nuestra unión,
nuestra adoración, alabanza y proclamación del nombre de Jesús – nuestra palabra y
testimonio (Ap 12:11) son los instrumentos para la guerra sacerdotal contra el poderío
de Satanás (Ap 1:6; 2 Cr 20:15-22; Sal 149). Con estos instrumentos queremos influir
en el centro urbano, en el corazón de la nación, e invertir allí valores espirituales.”

Constatamos objetivamente, que las canciones carismáticas han sido escritas como
instrumentos para fines antibíblicos y seductores. Están repletas de ideas mágicas acerca
de la “alabanza” como una forma de confesión y proclamación designada a influir e
intervenir en el mundo invisible. Esto hace que sean totalmente inútiles para la alabanza
de los creyentes fieles a la Biblia.

d) Las canciones carismáticas son de otro espíritu y van dirigidas a otro Jesús

No comprenderemos bien el efecto seductor y dañino de las canciones carismáticas, si
no tomamos en serio las afirmaciones de la Biblia que testifican que en los últimos
tiempos habrá movimientos seductores en los que obrarán espíritus engañadores. El
Movimiento Carismático pertenece a este movimiento de falsos profetas, en el que
obran demonios disfrazados de ángeles de luz que inspiran esta música y la utilizan para
sus fines. 1 Tim 4:1 nos avisa encarecidamente de la obra de estos espíritus de error en
la iglesia de los últimos tiempos: “El Espíritu dice manifiestamente, que en los
venideros tiempos algunos apostatarán de la fe escuchando a espíritus de error y a
doctrinas de demonios (…)”. 1 Jn 4:1-3 nos exhorta a probar los espíritus, si son de
Dios. También hallamos allí el aviso que detrás de los muchos falsos profetas de la
iglesia está el espíritu del Anticristo.

2 Cor 11:4 nos muestra que los instrumentos del enemigo lograron introducir otro
espíritu y otro Jesús en la iglesia de Corinto. “Porque si viene alguno predicando a
otro Jesús que el que os hemos predicado, o si recibís otro espíritu que el que habéis
recibido, u otro evangelio que el que habéis aceptado, bien lo toleráis.” Solamente a la
luz de estas advertencias de las Escrituras podemos evaluar correctamente la estrategia
seductora que el enemigo emplea con las canciones carismáticas.

1. Por regla general, las canciones carismáticas brotan de la inspiración de otro
espíritu, de un espíritu seductor. Los autores y compositores “bautizados en el
Espíritu” normalmente se dirigen a este falso espíritu que ellos mismos han recibido,
pidiendo que les conceda tanto el texto como la melodía. A menudo esto ocurre durante
un hablar en lenguas o cuando entregan sin reservas su persona entera al “Espíritu”,
según las enseñanzas de estos círculos. Es muy frecuente que texto y melodía de una
canción carismática se hayan obtenido mediante inspiración directa. Los autores
simplemente anotan lo que han recibido. Los textos muchas veces se basan en visiones
en las que aparece y obra otro Jesús.

2. Las canciones carismáticas no van dirigidas al Señor Jesús crucificado y
resucitado, es decir, al Jesús de la Biblia, sino al otro Jesús de las visiones y
profecías carismáticas, “adorado” durante el tiempo de alabanza como “presente”
allí. Aunque los carismáticos engañados no son conscientes de ello, es cierto que las
canciones inspiradas por un espíritu falso van dirigidas a un Jesús distinto; a fin de
cuentas, se dirigen al Anticristo cuyo espíritu las ha inspirado. Esto explica porqué
durante los “coritos de alabanza a Jesús” ocurren muchas veces cosas repugnantes y
abominables, como caídas, embriaguez, “risa santa”, convulsiones, gritos, falsos
milagros y profecías que deshonran y blasfeman al verdadero Señor Jesucristo.

Es interesante que en EE.UU. una “Sociedad de Espiritualistas cristianos” pidió 800
cancioneros modernos de alabanza (“Mission Praise”). Esto se llegó a conocer, porque
por una equivocación aparecieron en unas librerías con la estampa “Christian
Spiritualist Society” (según M. Penfold en “The Chorus Book Phenomenon [El
fenómeno de los cancioneros], Bicester UK 1993, pág. 47-49). ¿Por qué pueden los
espiritualistas cantar estas canciones de alabanza sin ningún problema? También debe
dar mucho que pensar que en estas canciones de “alabanza y adoración” se habla mucho
de “Jesús” y del “Señor”, pero muy raras veces del “Señor Jesús” o del “Señor
Jesucristo” como sería bíblico (comp. Hch 7:59; 1:21; 11:17; 15:26; 19:13; Ro 1:7 etc.;
según 1 Cor 12:3 un espíritu falso tratará de evitar este título).

Estas canciones corrompidas por el influjo de las tinieblas no puede ni debe
aceptarlas jamás la iglesia fiel, ni tomarlas en sus labios. Sería pecar contra su
Señor y Salvador. No es posible reconocer la seducción en cada una de estas
canciones. Puede ser que una que otra canción esté menos marcada por el engaño
carismático. Pero puesto que el árbol malo no puede dar buen fruto, deberíamos evitar
también aquellos frutos del mal árbol que no muestren ninguna señal de corrupción a
primera vista.

Como norma, deberíamos apartarnos de estas canciones, al igual que no
deberíamos escuchar a los maestros y profetas de este movimiento, aunque a veces
digan cosas correctas y aparentemente “inofensivas”. “Apártate de los tales”, “No
tengas nada que ver con ellos”, esto lo tenemos que aplicar también a las canciones
de este movimiento engañoso (comp. Ro 16:17; 1 Tim 6:5; 2 Tim 3:5).

6. Los frutos corrompidos de las canciones carismáticas

Mirándolo con sensatez, los frutos espirituales de estas canciones muestran que no
pueden haber salido del Espíritu de Dios. De ahí que no valgan ni sean aceptables para
la iglesia. El Señor Jesús dijo con respecto a los falsos profetas: “Por sus frutos los
conoceréis” (Mt 7:16).

El creyente espiritual y sobrio lo podrá reconocer, aunque los defensores de estas
canciones pueden alegar efectos positivos a primera vista: “nuevo estímulo en la fe”;
“entusiasmo por Jesús”; “atraen a la gente joven”; “animan a la consagración” etc. Pero
¿cuáles son los verdaderos frutos? Cuando algunos creyentes de una iglesia las cantan o
escuchan, ¿producen buenos frutos espirituales? ¿Qué fruto se manifiesta tras el análisis
bíblico?

a) Euforia desmesurada en lugar de estimular a tomar la cruz y seguir a Cristo negándose a sí mismo

Las canciones hablan mucho de consagración “al Rey Jesús que reina”. Pero esta
dedicación está desviada y no es bíblica. Contiene la expectativa de una marcha triunfal
con un “Jesús”, del que la Biblia no nos dice nada durante la era de la iglesia. Nuestro
Señor Jesucristo hoy aún no reina manifiestamente sobre la tierra. Reina desde el cielo
como cabeza sobre todo, pero su regencia no se revelará visiblemente hasta el milenio.
Entonces sí que lo verán todos y tendrán que acatarlo.

Para nosotros hoy seguir al Señor Jesús significa tomar la cruz y sufrir con Él al dar
testimonio de Él; significa vivir en este siglo malo en santidad y templanza testificando
de Cristo con nuestra vida. Mirándolo bien es una peligrosa falsificación decir a las
personas que se entregen al “Rey Jesús vencedor” contemplando su poder y gloria.
Tal Rey vencedor que manifiesta su poder le hubiesen aceptado con gusto los
judíos; pero al Señor desechado y crucificado, a ese no le querían.

Debemos seguir al Señor Jesús en una era en que su poder y gloria aún estan
escondidos, sin manifestarse aún. Ahora, testificar de Cristo, el crucificado, significa
sufrimiento y deshonra. Hebreos 13:12-15 da testimonio de este camino que debemos
seguir: “Por lo cual también Jesús, para santificar al pueblo por su propia sangre,
padeció fuera de la puerta. Salgamos pues a él fuera del real, llevando su vituperio.
Porque no tenemos aquí ciudad permanente, mas buscamos la por venir. Así que,
ofrezcamos por medio de él a Dios siempre sacrificio de alabanza, es a saber, fruto de
labios que confiesen a su nombre.”

Vemos, pues, que el sacrificio de alabanza que agrada a Dios requiere aceptar el
vituperio de Cristo. La “alabanza carismática”, por el contrario, no parte de la comunión
con el Cristo desechado, que nos trae la enemistad y afrenta del mundo, sino que quiere
participar egoistamente del reinado que le es atribuido al “Jesús” carismático en este
tiempo presente.

b) Destrucción de la comunión bíblica con Cristo por la fe, y énfasis místicocarismático en los sentimientos y emociones

Las canciones hablan mucho del amor de los que cantan al Jesús de este movimiento;
hablan de consagración, honra, adoración, haciendo grandes elogios. Pero en la mayoría
de los casos, la razón de esta consagración es el poder y la gloria, la victoria y las
bendiciones que este Jesús da a los carismáticos. Muy poco se habla del motivo
principal que tienen los verdaderos creyentes para el amor y la adoración: el amor y la
entrega del Señor Jesús por nosotros, Su sacrificio en la cruz a nuestro favor. Aún y
cuando se mencionan estos hechos, casi siempre es de manera indebida. Las canciones
muestran una religiosidad falsa: hablan mucho de “ver” y “sentir”, de la fuerza que se
puede experimentar y de falsos milagros y señales. También hablan de la presencia de
Dios que se puede sentir y del deseo de sentir fluir su fuerza en el propio cuerpo,
además de querer vivir experiencias extáticas.

Cantar estas canciones significa mancillarse espiritualmente, porque nos inclinan hacia
lo místico y el pensamiento carismático, quitándonos algo muy valioso, que el creyente
debería guardar como la niña de su ojo: la relación sencilla con su Señor y Salvador
Jesucristo, por la fe. 2 Cor 11:2-3 nos advierte seriamente: “Pues que os celo con celo
de Dios; porque os he desposado a un marido, para presentaros como una virgen pura
a Cristo. Mas temo que como la serpiente engañó a Eva con su astucia, sean
corrompidos así vuestros sentidos en alguna manera, de la simplicidad que es en
Cristo.”

Los creyentes que reciben el veneno de estas canciones pierden la pureza y lucidez
espiritual de su fe, produciéndose a menudo serios daños en su vida espiritual. Por su
puesto que esto no ocurre por cantar alguna vez una de estas canciones por ignorancia.
c) Fomento de falsas doctrinas y seducción por el falso espíritu
El hecho de cantar estas canciones una y otra vez hace que se queden en la memoria e
infiltren en el pensamiento las falsas doctrinas del Movimiento Carismático. Nutren la
falsa ilusión de que el reino de Dios ya está manifiesto y que la voluntad de Dios es el
avivamiento de las masas por medio del derramamiento del Espíritu. Confunden y
perturban al creyente despertando en él falsas expectativas. Las canciones se han
convertido en un medio de transporte ideal para las falsas doctrinas carismáticas.
Es interesante que los carismáticos ven esto con notable claridad, al contrario de los
defensores evangélicos de estas canciones. Un carismático inglés, por ejemplo, escribe:
“Estas canciones han llegado a ser un fenómeno acompañante apropiado para el uso
creciente de dones espirituales como el hablar en lenguas, la profecía y las sanidades en
los cultos de la iglesia en todo el país.” Un compositor carismático, David Fellingham,
escribe: “Dios está restaurando la adoración en Su iglesia, y la restauración de la
adoración va siempre ligada con otra cosa: un poderoso derramamiento del Espíritu.

Una de las características del obrar del Espíritu en los últimos tiempos en el
avivamiento es esta: Dios tendrá en todas las naciones un pueblo de alabanzas.” (Citas
según Philip Lawson-Johnson, In Spirit and in Truth, pág 162-175; pág 41-43).
Estas canciones minan la sana doctrina de las Sagradas Escrituras y abren las puertas a
doctrinas engañosas, precisamente donde emplean textos bíblicos ilegítimamente (1 Tim
1:8) que se refieren al milenio y no a la era de la iglesia. Estas canciones se llevan la
sobriedad y lucidez del pensamiento sano e inclinan al oyente a la seducción
ecuménica que no enfatiza la doctrina, pero sí la “unidad” místico-sentimental.

d) Divisiones entre los creyentes y unidad ecuménica con enemigos de Cristo

Las canciones verdaderamente espirituales unen a todos los creyentes genuinos y los
conducen al Señor Jesucristo, la cabeza. El Espíritu de Dios es precisamente el que obra
la unidad del Espíritu entre los creyentes (Ef 4:3). Hace que los creyentes sean de un
mismo pensar y con un mismo propósito: el de servir a su Señor y honrarle de todo
corazón.

Las canciones carismáticas, en cambio, dondequiera que han entrado en iglesias bíblicas
han producido dolorosas separaciones, desunión y discordias. Los creyentes más
mayores y maduros son los que, por regla general, notan el falso espíritu y el peligro de
estas canciones, mientras que los más jóvenes, que no están claramente separados del
mundo, las aprueban e incluso exigen. En relación con ésto ya ha habido
frecuentemente una sublevación de los jóvenes contra los mayores, junto con una
desobediencia consciente contra las instrucciones de los pastores de las iglesias (comp.
1 P 5:5; Heb 13:17). ¿Pueden estar inspiradas por el Espíritu de Dios tales canciones?
Es interesante que la otra cara de la moneda es que estas canciones antibíblicas están
creando una unidad mundial, que está en contra de la Palabra de Dios: Los carismáticos
católicos las cantan igual que los jóvenes de iglesias de hermanos o iglesias bautistas
independientes; unen a ecuménicos liberales y teólogos críticos con creyentes
verdaderos. Algunas de estas canciones, como la conocida “Padre únenos” o esta otra:
“Únenos, Señor” impulsan y favorecen la unión antibíblica de todos los cristianos
nominales, incluida la iglesia católica, tal y como lo propaga “Juventud con una
misión”, entre otras cosas, como necesario remedio contra la división del cuerpo de la
iglesia.

El líder y pastor carismático Friedrich Aschoff escribe en su prefacio a un cancionero:
“Cantando juntos nuevas canciones, la cristiandad se une en nuestro país. Lo que
comenzó con las canciones de ‘Juventud con una misión’ es de un valor inestimable para
nosotros hoy en día. Cristianos de distintas denominaciones se encontraron y podían
cantar juntos. Esto fue un primer paso para superar prejuicios y conocerse mejor.” En un
cancionero inglés de alabanza muy difundido (Mission Praise) dice así el prefacio:
“Este libro es un documento de la unidad cristiana” y “Este libro se recopiló con el
objetivo de unir a los creyentes de todas las denominaciones.”

Las canciones carismáticas juegan un papel principal en el proceso furtivo de
disolver los principios bíblicos de la reforma en la vida y doctrina de los creyentes
conservadores. Contribuyen a avanzar el proceso del ecumenismo y la apostasía
que desembocará en una iglesia unificada mundial, que será Babilonia, la gran
Ramera.

D. Rehusar la adoración falsa – aferrarse a la verdadera

Espero que al final de este análisis saquemos dos conclusiones espirituales a la luz de la
Biblia: Primero, que es necesaria una clara y tajante separación de la “adoración” falsa,
introducida en las iglesias bíblicas por el espíritu de error del Movimiento Carismático.
Segundo, prestar más atención a la adoración bíblica verdadera, contraponiendo lo
genuino y agradable al Señor, a lo falso y tergiversado.

1. Tenemos que evitar tajantemente la “música pop cristiana” y la “alabanza” carismática.

Después de todo lo que hemos dicho, queda claro que los creyentes no deben oír ni
cantar las canciones carismáticas de “alabanza y adoración”. Por dos razones debemos
evitar estas canciones, tanto a nivel personal como en la vida de la iglesia:

1. Según los criterios bíblicos para la adoración, no pueden agradar a Dios, sino que son
una abominación para Él y manchan el santuario, al que podemos entrar para adorarle.
Dios nos muestra lo que es la verdadera adoración en Espíritu y en verdad, que la iglesia
debe presentarle. Hemos probado mediante este análisis que la “adoración” carismática
es una adoración falsa, llena de elementos de la idolatría pagana, que entristece al
Espíritu Santo y puede acarrear el juicio de Dios. Como el ejemplo bíblico muy serio de
Nadab y Abiú (Nm 10) es fuego extraño en el santuario de Dios, ofrecido por personas
ensoberbecidas.

2. Para los creyentes y para las iglesias que las reciben son un peligro espiritual, una
fuente de mancillamiento espiritual e influencias seductoras hacia un cristianismo
moderno y superficial, sin verdadero temor de Dios, ni el hecho de tomar la cruz
diariamente, ni verdadera santidad. La persona que las canta o escucha conscientemente
se expone al influjo del espíritu del que provienen y sufrirá serios daños espirituales.
Esto es así a nivel personal, pero también a nivel de las iglesias que toleran estas
canciones, aunque “sólo” sea en la reunión de jóvenes.

Teniendo en cuenta tales peligros e influencias perniciosas, debemos considerar la
advertencia bíblica de la levadura de la falsa doctrina y pecado (comp. 1 Cor 5:6-8; Gál
5:7-12) y echarla fuera – o apartarse de ella, si no se puede echar. “Apartaos, apartaos,
salid de ahí, no toquéis cosa inmunda; salid de en medio de ella; limpiaos los que
lleváis los vasos de Jehová” (Is 52:11).

Muchos hombres de Dios de peso y con discernimiento espiritual están viendo el gran
peligro espiritual que procede de estas canciones. Pero sigue habiendo muchos otros que
tildan de “exagerados” a los que avisan, burlándose de ellos y tachándoles de
“demasiado sensibles” o de “sectarios”. A pesar de eso tenemos que avisar del peligro,
aunque nos ataquen y calumnien. ¿Qué clase de atalaya sería aquel que ve acercarse el
peligro y no toca la trompeta?

Por eso quiero repetir con toda claridad los peligros que surgen cuando se toleran estas
canciones modernas en las iglesias conservadoras, aunque sea sólo de vez en cuando.
Las canciones carismáticas actúan como el caballo de Troya, mediante las cuales entra
el espíritu de error con sus falsas doctrinas en las iglesias no carismáticas. El resultado
de esta seducción es, a menudo, la separación de grupos enteros, en su mayoría
creyentes jóvenes de las iglesias, para adherirse a grupos carismáticos. Las canciones
actúan, pues, como “droga inicial”, para despertar en los creyentes el deseo de recibir el
“bautismo del Espíritu”. Una vez que este espíritu y sus enseñanzas han influido en los
creyentes, ya es demasiado tarde para que los ancianos puedan conseguir un cambio y
una seria reflexión.

En la mayoría de los casos serán seducidos por el espíritu de error a irse a aquellos
círculos donde pueden gozar de esa religiosidad místico-entusiasta, y vivir a sus anchas
el cumplimiento de los deseos que fueron despertados en ellos. El hecho de formarse
partidos y sectas es una señal clara de que estas canciones no han sido dadas por el
Espíritu de Dios, ni pueden ser sanas. Las canciones carismáticas tienen una
influencia perniciosa y destructora en las iglesias que no les impiden la entrada,
aunque sólo sea de vez en cuando, o en círculos caseros o en la reunión de jóvenes.

Alan Morrison, pastor de la iglesia International Baptist Church en Eindhoven (Países
Bajos) avisa muy seriamente de estas canciones. Al cancionero “Mission Praise” que
contiene canciones carismáticas modernas, junto a canciones bíblicas más antiguas, le
califica de “caballo de Troya” que busca socavar la iglesia para que se desvíe del
camino bíblico, preparándola para poder ser asaltada:

“Lo que no disciernen los defensores de las canciones de adoración al nuevo
estilo, es la estrategia escondida detrás de ellas. Porque la música de este nuevo
estilo de adoración es una puerta por la cual se deja entrar una visión del mundo
disconforme con la doctrina bíblica en lo que respecta la iglesia, los demonios,
el reino de Dios, los dones espirituales, la soberanía de Dios, la oración, el
Espíritu Santo y muchos otros aspectos de la verdad y de la vida cristiana. La
estrategia detrás del nuevo estilo de adoración -y de manera especial detrás de
sus canciones- es prácticamente idéntica con la estrategia del Movimiento
Carismático. Actúa mediante un proceso de infiltración con la nueva música de
adoración como vanguardia, con su efecto ablandador.

¿No es cierto que donde se introducen estas nuevas canciones de alabanza en
pequeña escala, para aplacar las demandas de una fracción de la iglesia, pronto
surgen más demandas pidiendo más liberalización de la adoración, junto con
otras numerosas influencias nuevas y perniciosas que traerán consigo una legión
de problemas pastorales?

Si Usted incluye en su himnario canciones escritas por miembros del
Movimiento Carismático que buscan ganar adeptos, lo que Usted está haciendo
es aprobando su totalidad. Porque estas canciones han sido escritas desde una
perspectiva específica, no sólo con respecto a la letra o a la música, sino también
en cuanto a los sentimientos que inducen.

Es importante darse cuenta que casi todas las nuevas canciones de ‘alabanza y
adoración’ han sido escritas por personas que defienden con fervor las
enseñanzas carismáticas, que generaciones anteriores de creyentes rechazaban
como ‘fanáticas’ y ‘místico-extáticas’. Dichas canciones se han compuesto con la
intención deliberada de sembrar sus enseñanzas en las iglesias. Dicho de otra
forma, las nuevas canciones de adoración hacen promoción de una nueva forma
de cristianismo muy alejado de la Biblia, aunque la mayoría de los cristianos
profesantes parece que son incapaces de reconocerlo.

Los nuevos cancioneros de alabanza y adoración han sido deliberadamente
publicados para producir un cambio en las iglesias hacia esa nueva forma de
‘cristiandad’. Estoy convencido de que nos las tenemos que ver aquí (…) con una
estrategia engañadora de Satanás, tan astuta que incluso podría engañar a los
elegidos (si esto fuera posible).” (De Alan Morrison, Open Thou Our Lips)

Otra advertencia viene de Peter Masters, predicador del “Metropolitan Tabernacle” en
Londres. Él también habla de la fuerza engañosa y espiritualmente corrosiva de la
“nueva adoración”, haciendo referencia a las experiencias hechas por las iglesias
bíblicas en Inglaterra:

“Iglesias que defendían la justificación por fe solamente y se apartaban
claramente de las ideas carismáticas, se vieron sometidas a una enorme presión
para que adoptaran la adoración al estilo del mundo y de los carismáticos. Las
que cedieron comenzaron a transformarse por medio de las nuevas canciones
que cantaban y la música que tocaban. Pronto no veían gran diferencia entre
ellos mismos y los que habían producido las nuevas canciones. Estas iglesias
ahora gradual pero inevitablemente están siendo absorvidas al mundo de un
evangelicalismo carismático y ecuménico.

Antiguamente se habían negado a perder sus distintivos, chapuceando la doctrina, o aceptando fenómenos
carismáticos, pero ahora son vencidas por la droga eufórica de la adoración
contemporánea. A veces, la predicación sigue siendo sana, pero ¿por cuánto
tiempo, si los valores fundamentales de la iglesia han cambiado? El movimiento
de adoración contemporánea es el instrumento para derribar los muros
doctrinales de Sión, lo reconozcan o no sus defensores. ¡Con cuánto esfuerzo
debe estar trabajando el enemigo de Cristo y de las almas para lograr tal
catástrofe! La nueva adoración es, sin duda, nuestro enemigo, no nuestro amigo.

Con el más mínimo lugar que demos a la nueva adoración, conseguiremos que
arruine la actividad más elevada que nos ha sido confiada: la ofrenda reverente,
inteligente y gozosa de la alabanza espiritual. Los que comienzan cantando un
nuevo corito de adoración en cada culto, pronto estarán cantando dos, luego tres,
luego tendrán una banda musical etc. Es muy notable que cuando los
evangélicos han acogido la nueva adoración se percibe una pérdida de
reverencia junto con una mundanalidad y superficialidad. Por la experiencia de
muchas iglesias, es evidente que la nueva adoración trae madera, heno y
hojarasca, robando el poder y la gloria de la verdadera alabanza. (…)

¿Dónde estará su iglesia en diez o veinte años? ¿Se habrá convertido en una
comunidad recreativa, sin peso ni profundidad, que bebe de las fuentes de este
mundo y se halla despojada de todas las fortalezas de la cristiandad bíblica
verdadera? ¿Se habrá convertido en una iglesia carismática con adoradores que
danzan o se caen por los suelos? ¿No se reconocerá ya como una congregación
que en su día fue conservadora y amante de la Biblia? ¿O defenderá aún la
verdad por medio del poder de Dios?

¿Cuántas iglesias dejarán los caminos bíblicos antiguos por culpa de la
adoración mundanal? La gran tragedia se está llevando a cabo ahora. En todas
partes, en grandes y pequeñas ciudades, iglesias significativas se están haciendo
‘neo-evangelicales’ y carismáticas. Que Dios nos ayude a apreciar y guardar los
grandes principios de adoración expresados en Su Palabra, redescubiertos
durante la Reforma y guardados por millones durante tantas generaciones.
Mostremos al Señor nuestra lealtad a estas pautas y seamos fieles a nuestro
cargo como pastores y siervos de la iglesia.

La Escritura es importante y los principios siguen en vigor. Tenemos que amar y
obedecer al Señor en todo. Que nadie le robe a Usted su adoración bíblica. No
importa el precio, pero no deje la adoración que pone la mira en Dios y no se
deja mancillar por invenciones humanas, hasta que venga el gran día, cuando las
sombras desaparezcan y veamos atónitos a nuestro Rey. Entonces su gloria que
sobrepasa todas las cosas ya no será velada eternamente por las cosas de este
mundo.” (De Peter Masters, Worship in the Melting Pot, London (The Wakeman
Trust) 2002.

Sólo puedo subrayar estas serias palabras y advertencias. Las canciones carismáticas
tienen una influencia espiritual corruptora y destructora en las iglesias que las toleran en
su vida congregacional, aunque “sólo” sea en círculos caseros, en la reunión juvenil o en
reuniones de vez en cuando.

Por amor a nuestro Señor, a quien queremos apegarnos con sinceridad y entrega, y por
amor a los creyentes que como ovejas del Señor Jesús necesitan dirección y alimento
espiritual en las iglesias, los pastores y responsables de iglesias conservadoras deberían
tener mucho cuidado en rechazar y evitar estas canciones. Para esto es necesaria
también la paciente explicación y el trabajo de convencer a los hermanos que al
principio quizá no comprenden, por qué estas canciones no son buenas.

Los cancioneros de una iglesia o de una reunión de jóvenes son de una importancia
espiritual muy significativa, y muchos hermanos responsables no se dan cuenta de ello.
Sería necesario decidirse por cancioneros que no contengan canciones carismáticas, y
dejar claro que no se van a cantar canciones de este tipo. Los padres y ancianos también
deben tener en cuenta que en conferencias juveniles y retiros de círculos que antes eran
fundamentalistas, ahora se están cantando más y más estas canciones carismáticas
(incluidas también otras influencias peligrosas como la música rock, la pantomima, los
payasos etc.). Es una levadura que esta penetrando muchos grupos. Seguro que hay una
serie de canciones dudosas, de las que no podemos averiguar si son de origen
carismático o no, o que nos parecen “inofensivas”. Pero ante el hecho de que muchas
canciones modernas se han nutrido de las malas influencias de la música pop,
deberíamos dejar de lado estas canciones dudosas.

Es verdad que la cuestión de las canciones carismáticas contiene mucho material
explosivo, en el ámbito espiritual. Hay tremendas luchas espirituales a la hora de
impedir la entrada de estos perniciosos instrumentos de Satanás. De ahí que sea
necesario que oremos mucho y busquemos al Señor, si queremos aclarar las cosas. Por
el otro lado, es seguro que esta cuestión decidirá el futuro espiritual de iglesias y
misiones enteras. ¿Podrán permanecer firmes contra la gran avalancha seductora
carismático-ecuménica, o serán arrastradas por ella? ¿Perderán a sus jóvenes, porque se
les van por el engaño carismático-moderno, o los podrán guardar en el camino de la
fidelidad por la gracia de Dios?

2. Guardemos y fortalezcamos la adoración espiritual pura y sencilla

Nuestra meta no debe ser únicamente adoptar una posición de defensa contra el avance
de las canciones carismáticas modernas. Si, a la luz de la Biblia, reconocemos la
importancia de la adoración verdadera, entonces deberíamos hacer todo lo posible en
nuestras iglesias, para alentar la adoración genuina. Quizá sea necesario profundizar y
renovar nuestra comprensión de lo que es la adoración, estudiando a fondo la Biblia.

Quizá tengamos que revisar ciertas tradiciones que se han alejado o apartado de la
Biblia. ¡Cuán importante es la alabanza a Dios viva, obrada por el Espíritu y ofrecida de
todo corazón! Una adoración bíblica en la oración y el canto de nuestras iglesias
guardará a los creyentes espirituales de desear el alimento corrompido de la “adoración”
moderna.

Precisamente ante el hecho de que muchas iglesias están ya leudadas con las canciones
carismáticas perjudiciales y la “alabanza” falsa de este movimiento, es tanto más
importante para todos los creyentes que quieren servir fieles al Señor, retener
firmemente la adoración pura en espíritu y verdad, que es la que busca el Padre.
También en estos tiempos de confusión y falsificación de lo verdadero, son válidas las
palabras de nuestro Señor Jesús: “Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos
adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales
adoradores busca que adoren. Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en
verdad es necesario que adoren” (Jn 4:23-24).

Hoy, que cada vez más se oye el bullicio de la adoración pagano-extática, es más
importante que nunca, que los creyentes fieles ofrezcan al Padre y al Hijo la adoración
en espíritu y en verdad, como sacrificio puro, sincero y no falsificado, agradable al
Señor. Y es nuestro santo deber velar sobre este sacrificio de la alabanza para que se
ofrezca mediante canciones espirituales apropiadas. Si queremos adorar en espíritu y en
verdad, tenemos que guardarnos de toda suciedad y mezcla espiritual, de las influencias
perniciosas de la falsa adoración babilónica.

Esto también significa que nos adhiramos sobre todo a los himnos de alabanza creados
en generaciones pasadas y aprobados durante muchas décadas o incluso siglos. Estas
canciones se escribieron cuando la corrupción y seducción de estos últimos tiempos no
estaba tan avanzada todavía. Aunque los creyentes jóvenes prefieren cantar nuevas
canciones, debemos establecer normas muy rígidas para el canto en nuestros cultos,
excluyendo todo lo que no es sano ni claro. Es nuestro deber enseñar a los jóvenes el
valor de las canciones espirituales antiguas, pues ellas contienen la alabanza y adoración
bíblicas.

Pero tampoco queremos olvidar que puede haber canciones nuevas verdaderamente
espirituales. Oremos al Señor para que pueda darnos nuevas canciones sanas en estos
tiempos difíciles. Aunque, viendo la decadencia espiritual general, dudo que en nuestra
generación sean hallados instrumentos escogidos, que bajo la dirección del verdadero
Espíritu Santo puedan producir canciones espirituales genuinas. Por eso sujetémonos
agradecidos y humildes a las viejas canciones espirituales aprobadas en tiempos
pasados. Con ellas podremos ofrecer a Dios un sacrificio de alabanza agradable, aún
hoy en día.

Es nuestro deber, aunque seamos la generación de creyentes de los últimos tiempos. La
epístola a los Hebreos nos alienta a ello: “Ofrezcamos por medio de él [Cristo] a Dios
siempre sacrificio de alabanza, es a saber, fruto de labios que confiesen a su nombre”
(Hebr 13:15). Que el Señor, en su gracia, nos ayude a hacerlo hasta que Él venga.

* * *
Algunos compositores carismáticos conocidos

Marco Barrientos (“director de alabanza y compositor”), Lindell Cooley (EE.UU.,
director musical Brownsville/Pensacola);
Jack Hayford (autor de la canción
“Majestad”, entre otras, EE.UU.),
Graham Kendrick (Gran Bretaña, “líder de
adoración” y compositor de muchas canciones, entre ellas “Brilla, Jesús”),
Don Moen,
Danilo Montero (“pionero en el despertar de la alabanza y adoración en
Latinoamérica”, según una cita de la revista Carisma y Vida Cristiana, 5/2003),

Marcos Witt (“ministro de alabanza y líder vanguardista en la restauración de la alabanza y
adoración”; “uno de los ministros más prominentes de América Latina”, según la misma
revista). De él hay varias canciones en el cancionero “Cantando con Gracia”. “Marcos
Witt es uno de los líderes de adoración que más han influido recientemente en todo el
pueblo evangélico del continente americano… Lo más interesante es la nivelación
litúrgica que se está produciendo, ya que iglesias de las más diversas denominaciones,
incluso las más alejadas del pentecostalismo o movimiento carismático adoptan un
estilo carismático de alabanza y adoración. El mismo Witt ha señalado: ‘La alabanza , la
adoración, la música, deben ser factores que nos unan y no que nos dividan’… Las
canciones de Witt y sus asociados no sólo están inundando el mercado evangélico, sino
que se están convirtiendo en las expresiones características del culto evangélico en todas
partes” (Cita del libro “Latinoamérica en Llamas”, pág. 150, Deiros/Miranda, Ed.
Caribe).

 

Sobre el autor de este trabajo:

Rudolf Ebertshäuser, nacido en 1953, fue marxista durante muchos años. Después buscó
el sentido de la vida en el movimiento ecologista y en las enseñanzas esotéricas. Tras su
conversión a la edad de 30 años, pronto entró en contacto con el Movimiento
Carismático y colaboró unos 4 años en una iglesia carismática, también en el “equipo de
alabanza”. En 1992 rompió totalmente con este Movimiento. En 1995 se publicó su
libro “El Movimiento Carismático a la luz de la Biblia” (en alemán; No existe
traducción al español del libro, pero sí un pequeño cuaderno suyo sobre el tema: “El
camino en pos de Cristo ante el extravío carismático”). De 1995 al 2003 ha colaborado
en la revisión de una Biblia alemana. Desde hace algunos años da conferencias sobre el
Movimiento Carismático, la Biblia, y temas bíblicos en general. Colabora en el pastoreo
y en el ministerio de la Palabra en una iglesia conservadora en el sur de Alemania.

Este trabajo se ha publicado como libro en la editorial:
Edicions Cristianes Bíbliques
Apartado 10.053
08080 Barcelona
España
http://edicions.ecbministeris.org/Inici-Inicio.html
correo electrónico: edicions@ecbministeris.org

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